El tránsito hacia la primavera recibe distintas denominaciones en euskera. En los calendarios más antiguos se denominaba “neguazken” (final del invierno), ya que originalmente solo se contemplaban dos estaciones: “negu” (invierno) y “uda” (verano). La época oscura del año se iniciaba con las festividades dedicadas a honrar a los difuntos y la matanza del cerdo y terminaba hacia mediados de abril, cuando cesaban las últimas heladas. La época luminosa comenzaba cuando emergían los primeros brotes y flores, momento en que se solían entregar ciertas ofrendas a la Madre Tierra para asegurar la fertilidad de los campos.
Otro de los términos para describir la primavera como espacio liminal es “bedatse”, “belhaste” o “belhartze”, que podríamos traducir como “comienzo de los pastos” por tratarse del tiempo en que volvía a crecer la hierba y se sacaban de nuevo los rebaños a pastar. Esta época también se asociaba a la tareas de siega, poda o esquilmo. Es más, una de las denominaciones del mes de marzo es “epaila” o “efaila” (mes de cortar o podar). Por otra parte, marzo era un periodo favorable para que las gallinas pusieran mayor cantidad de huevos y se criaran los mejores gallos, animales con gran capacidad protectora en nuestro folklore. En Bizkaia, cuando se escuchaba al gallo en marzo cantar, se recitaba la siguiente fórmula: “Marti-oilarto gorria: izan dakidaz balia” (gallito rojo de marzo, sed mi valedor). Oír al gallo cantar a deshora era considerado un mal augurio. En algunos lugares, para ahuyentar la desgracia o la muerte que anunciaba, se echaban tres puñados de sal en el fuego del hogar; en otras zonas, directamente se sacrificaba al gallo en la festividad siguiente. En la Baja Navarra se creía que marzo era el mes de los hombres por la relación con el dios romano Marte (“martxoa gizonena”), pero también por su asociación con el toro rojo o “Zezengorri” como símbolo de fortaleza, impulso y potencia sexual masculina. En algunos lugares como Zeanuri, a los bebés nacidos en marzo se les apodaba “marti-oilarra” (gallo de marzo).

Una fecha señalada a destacar en este mes dentro del calendario navarro es el 25 de marzo, momento en que se celebra la “Anunciación de María” en la liturgia cristiana. No obstante, en ciertas localidades, como sucedía en Olite, algunas mujeres rendían tributo a la “Virgen de Marzo” a quien se le pedía una protección especial contra el Diablo (Etsai). Esta necesidad de protección extraordinaria al final del invierno provenía originalmente de tiempos paganos, ya que se creía que los espíritus de los difuntos y la corte oscura se cobraban sus últimas víctimas (cabezas de ganado o paisanos) antes de que se produjera el cambio de estación.
Curiosamente, la fecha coincide con la festividad escocesa de “Latha na Cailliche” o “Día de la Anciana”, dedicada a la Cailleach. A esta diosa a veces se la describe como una figura mitad doncella y mitad anciana, cubierta por un velo o manto. Según algunas leyendas, la Cailleach iniciaba su viaje a Avalon el 31 de enero para comer del árbol de la eterna juventud y convertirse en joven; en otras, la vieja nace a comienzos del invierno y va rejuveneciendo sin necesidad de viajar a la isla. Tanto la Cailleach como la Virgen de Marzo poseen poder de protección sobre el ganado. Azurmendi señala la siguiente frase en relación a la mencionada “virgen”: “Andra Mari Martxoko, begian mendian alhako” (Señora Mari de Marzo, las vacas pastarán en el monte). Otro detalle que no debemos olvidar es que la Cuaresma era representada como una vieja con siete piernas, conocida como “zazpi hankako atsoa”.
Autores como Barandiarán, Dueso o Gómez Tejedor dan cuenta de la existencia de un periodo transicional que comprende los últimos días de marzo y primeros de abril, denominados “zozomikate” o “zomomikote” en algunas localidades navarras (Azkarate), guipuzcoanas (Ataun, Idiazabal, Zarautz) y vicaínas (Arrakundiaga). En otros pueblos navarros (Urdiain), guipuzcoanos (Oiartzun) y alaveses (Arluzea) recibían el nombre de “ordizegunak”. El “zozomikote” es el momento en que las parejas de mirlos o tordos inician la construcción de sus nidos, a pesar de que se trata de un tiempo de inestabilidad atmosférica y amargura, tal y como reza el dicho: “zozomikote egunek, tristeak eta ilunek” (los días de zozomikote son tristes y oscuros). En algunas regiones francesas este tránsito duraba una semana.
El mirlo es considerado un ave que habita entre mundos en nuestro folklore, pues puede sobrevivir en ese punto intermedio y ejercer de puente entre los planos, abriendo puertas. También se le vincula a la forja por su capacidad de procrear en condiciones inhóspitas. Entre los campesinos se consideraba una señal de fortuna descubrir un nido de mirlos con crías grandes en marzo, ya que implicaba que este pájaro criaría dos veces. Por tanto, las condiciones climatológicas serían apropiadas para trabajar el campo y criar al ganado.

Una leyenda de Ataun narra cómo surgió este particular periodo. En ella se cuenta que, cierto año, un pastor que tenía un rebaño de 100 ovejas y un carnero estaba muy enfadado por el mal tiempo acontecido en marzo. El último día del mes el pastor le dijo a marzo:
¡A martzoa, martzo!
Diat esker gaizto.
(¡Ah, marzo, marzo! Malas gracias te debo.)
Entonces marzo le pidió a abril:
¡A apiltxo, apiltxo!
Ekatzat eun bi ta erditxo,
Artzai orri kendu iotzan eun ardi ta arie,
Eta beari ezkerreko begie.
(¡A abrilito, abrilito! Dame dos días y medio, para arrebatar cien ovejas y el carnero a ese pastor, Y a él, su ojo izquierdo)
Abril se los concedió. Entonces marzo envió un temporal tremendo con una gran tromba de agua que hizo desaparecer a todas las ovejas en la cueva de Ubegi. El pastor cargó sobre sus hombros al carnero, pero éste volvió violentamente su cabeza y con la punta de su cuerno le arrancó el ojo izquierdo. Desde entonces esta calenda transicional suele traer desdichados sucesos.
Existe otra leyenda de Laurgain que describe de forma diferente el origen del zozomikote. Según este relato, marzo transcurría con buen tiempo, así que un toro salió mugiendo al campo y se tumbó debajo de un espino (en otra versión de Zarautz, una encina). Al oír esto, marzo envió una tempestad y añadió dos días y medio de mal tiempo. Luego pidió otros dos días y medio al mes de abril para que al toro que se abrigaba en el espino se le quitasen las ganas de mugir. Finalmente, el temporal acabó con la vida del toro. Desde entonces se recomienda como previsión retener al ganado en esos días o colocarle un cencerro lleno de hierba seca. A partir de dicha leyenda surgieron refranes como: “Martxuek kunkunak jotzea, idiari larrua kentzea” (marzo azotando, el buey despellejando).
Abril se consideraba un mes femenino (“apirila emazteena”) porque, según la etimología latina, “aprilis” deriva de “aperire” (abrir). Así pues, en el imaginario popular era el tiempo donde el vientre de Amalur se rasgaba, permitiendo que surgiera nueva vida. El uso de la escarda para horadar la tierra queda reflejado en vocablos como “jorraila”. Astarloa apunta que la escarcha y las frías temperaturas de meses anteriores dejan una superficie dura sobre los terrenos que ha de ser rascada y esponjada para permitir una mejor filtración del agua necesaria para que las plantas crezcan. Otro término a destacar para referirse a abril es “opaila”, traducido como mes de ofrenda o regalo. Dicha denominación atiende a la antigua costumbre de entregar una oblación de pan, roscos (“opeak”) o dulces, o realizar el sacrificio de un cordero el favor de Amalur y Mari. La suplantación cristiana de estos ritos la encontramos en los torteles o roscas (“opillak”) entregados a San Marcos o las tartas de Pascua. Astarloa también registró la vieja tradición de intercambiar corderos u otras crías lanares entre los baserritarras (campesinos), ya que abril constituía el periodo central de la actividad ganadera. De ahí que también se le llamara “abereila” (mes del ganado).
Además del mencionado mirlo, otro de los animales augurales de esta época es el cuco (“kuku”). Al igual que en el caso del mirlo, se mantiene una relación ambivalente con este pájaro puesto que se le relaciona con las muertes del final del invierno y también el renacimiento de la vida que supone la primavera. En todo el territorio euskaldun, al igual que otros lugares peninsulares y europeos, estas supersticiones y paremias han tenido un fuerte arraigo. Son particularmente comunes los dichos que hacen referencia a la asociación del cuco con la muerte. En municipios como Orozko se conservan algunos como estos:
“Si marzo se va y el cuco no viene , o se ha muerto el cuco, o viene el fin del mundo “
“Si el cuco no ha venido para el siete de abril, barrunta mal año o se quiere morir”.
Cuando se escucha al cuco se le pregunta: “Cuco, cuclillo, de hermoso cantar, ¿cuántos años me de vida me vas a dar?”. Entonces, el interesado se pone a contar las veces que canta el cuco para saber cuántos años vivirá. En Yuslapeña, Salazar y Roncal se interroga al cuco así: “Cucú de mayo, cucú de abril, ¿cuántos años me darás para vivir?”.

La muerte debida a causas sobrenaturales podía ser provocada por brujos/as y hechiceros/as que lanzasen una maldición (“birao”) en la cual se utilizara al cuco como elemento principal.
Por otro lado, hay creencias en torno al cuco que lo vinculan con la buena suerte y la prosperidad. Este ave posee cierta relación con la figura del loco/burlón y las antiguas celebraciones europeas del Año Nuevo que ,a mediados del S. XVI, comenzaban el 25 de marzo y terminaban una semana después (tras el Edicto de Rousillon, el inicio del calendario se estableció el 1 de enero). El ejemplo más claro de esta conexión lo encontramos en el festejo del “April’s fool”, también designado como “Cuckoo Day”.
Otro dato que debemos considerar es que el año astrológico comienza en torno al 20-21 de marzo, momento en que el Sol entra en Aries (“Ahari”, en euskera) y gira de nuevo la rueda del cambio anual.
Según el saber popular, quien lleve dinero en el bolsillo la primera vez que oye al cuco, gozará de fortuna durante todo el año. Azkue registró en Muxika que la persona que escuchara el canto del cuco mientras iba a casa con un puñado de la tierra que pisaba, podía matar con dicha tierra a todas las chinches. En Gernika los vecinos afirmaban que el dinero que se guardaba en el bolsillo en el momento de oír al cuco por primera vez, multiplicaría los caudales. Es decir, que se tomaba por un signo de que aquel año prometía ser muy fructífero y provechoso. Por el contrario, si se escuchaba el canto del cuco sin disponer de dinero en el bolsillo, se entendía como un augurio de un futuro económico negativo.
Bibliografía y webgrafía consultada
Astarloa, P.P. (1983) Apología de la lengua vascongada. Echevarri.
Azkue, R. Mª (1942)Euskalerriaren Yakintza. Euskaltzaindia-Escasa Calpe.
Azurmendi, Mikel (1993)Nombrar, embrujar. Alberdania
Barandiarán, José Miguel de (1973)Obras completas I: diccionario ilustrado de mitología vasca y algunas de sus fuentes.Gran Enciclopedia Vasca.
Chassany, J. P. (1970) Dictionnaire de météorologie populaire. Maisonneuve et Larose
Dueso, José (2000) El calendario tradicional vasco.Roger.
Gómez Tejedor, Jacinto (1979) El calendario vasco, Caja de Ahorros Vizcaína
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ttps://www.bizkaia.eus/fitxategiak/04/ondarea/Kobie/PDF/5/Kobie_1_Etnografia_%C2%ABLIHO%20ETA%20ARTILE%20LANAK%20DIMAN%C2%BB%20por%20Laratzu%20Taldea%20(.pdf?hash=39294eed88bb8686a07b42abce34c02a
https://songofamergin.wordpress.com/2012/03/25/latha-na-cailliche-march-25th/
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