“Gaua” (La Noche), la nueva película de Paul Urjiko, director de “Irati” y “Errementari”, es un relato ambientado en pleno auge de la cacería de brujas (S.XVII) en los territorios vascos, que nos sumerge en las leyendas de nuestra mitología local sobre esos seres que pueblan la noche como un espacio prohibido y mistérico, conectándonos con terrores primigenios y aquello que ocultamos en las sombras.
Es una obra que sigue la línea de trabajo de sus dos largometrajes anteriores, fusionando las creencias populares vascas con eventos clave de la historia de Euskal Herria a través de un realismo mágico que nos lleva a reconectar con lo fantástico como un medio de recreación de nuestro pasado mítico.
Aunque Urkijo no lo especifica de una manera clara, hay detalles que sugieren que los acontecimientos transcurren en el periodo de los juicios de Zugarramurdi, proceso inquisitorial donde los magistrados forjaron el término “akelarre” como reunión herética y orgiástica de personas que adoraban al Diablo en forma de macho cabrío negro.
En este sentido, nos explica la creación del mito del akelarre y las brujas como criaturas humanizadas, entrelazándolo con cuentos y elementos folclóricos que sirvieron como sustrato para la creación de una imaginería de terror que ayudaba a mitigar cualquier conducta moral considerada inapropiada o desviada.
El leitmotiv de la película gira en torno al famoso dicho vasco “Eguna egunekoentzat eta gaua gauekoentzat” (los del día son para los del día, los de la noche son para los de la noche), extraído de una leyenda recopilada por J.M. Barandiarán donde Gaueko, como personificación de la noche, persigue a mujer llamada Kattalin que va a una fuente a medianoche, abandonando la protección de la etxea (casa).
En esta narración visual de Urkijo, Kattalin es una mujer atrapada en un matrimonio desdichado con un hombre cojo. La elección del esposo y su condición no es arbitraria, ya que hay cuentos vascos donde se dice que nuestros númenes castigan al linaje de aquellos que los desafían. Concretamente, existe una historia de dos hermanos vizcaínos donde uno de ellos arrojó una piedra a Sugaar, dejando manco al consorte de Mari. Sugaar se presentó disfrazado en Nochebuena para cobrarse su venganza, sentenciando: “a partir de ahora no faltará jamás cojo, manco, sordo o ciego en este caserío”.
El director subdivide el hilo argumental en varios microrrelatos, cada uno de ellos protagonizado por una de estas entidades nocturnas.
El primero de ellos está dedicado a Gaueko, un ser primigenio y territorial que gobierna la noche de forma implacable, atrapando en la oscuridad a quienes se adentran con osadía en su terreno. Desde mi punto de vista, la representación que Urjiko ha realizado de él es magistral, llegando a transmitir ese miedo atávico a una fuerza incontrolable de la que no se puede escapar.
El segundo, nos habla de Inguma, una entidad de pesadilla que se adentraba en los dormitorios colocándose en el pecho de los durmientes, causándoles ahogo y gran sensación de angustia. Además de Inguma, de forma secundaria, aparecen otros tres seres de la noche: los Etxekojaunak, ancestros guardianes del hogar, representados en las tradicionales “argizaiolak” que simulan el cuerpo del difunto; la Sorgin como bruja capaz de cambiar de forma (gato, cuervo, lechuza) y hechizar, pudiendo ocasionar enfermedades sobrenaturales; el Gaizkin, pequeño demonio maléfico con cabeza de ave al servicio de la Sorgin, que solía esconderse en la almohada de la víctima para afectarla física y espiritualmente.
En esta parte también se puede visualizar el procedimiento para ahojar, así como varios remedios populares administrados por una Belagile (hacedora de hierbas o curandera), entre los cuales se incluye un conjuro tradicional para ahuyentar a Inguma y el procedimiento de usar granos de maíz para obligar al espíritu a que cuente hasta el amanecer.
De esta sección destacaría dos aspectos que me han resultado muy relevantes: la distinción que ha hecho entre curandera y bruja, mostrando el elemento que identifica a la Sorgin como ser del otro mundo (la afectación del ojo izquierdo, la pierna izquierda y su representación zoomorfa); la inspiración en el personaje real de “Endregoto, la ciega”, conocida como “la cieguita de Viana”, que fue ajusticiada por la Inquisición en Logroño (mismo lugar donde acontecieron los juicios de Zugarramurdi).
El tercer relato nos habla de Mateo Txistu que, en otras versiones, es llamado Ehiztari Beltza, Juanito Txistulari, Martin Abade o Salomon Apaiza. Tal y como se aprecia en las leyendas vascas, se trata de un cura obsesionado con la caza que fue condenado a vagar como alma en pena por haber interrumpido la misa al ver a una liebre en la cual el Diablo (Etsai) se había convertido.
De este fragmento me parece significativo que haya incluido a la Andereserora o Serora como acompañante del sacerdote, ya que se trataba de una figura religiosa culturalmente destacada en la antigua sociedad vasca por la labor que ejercía, especialmente, en los funerales. Igualmente, cabe mencionar que su amiga Graxiana está inspirada en Graxiana Xarra, una mujer de 66 años condenada en los juicios de Zugarramurdi, viuda de pastor y hospitalera en Urdax.
La última parte de la película está dedicada a las Sorginak y a la imaginería popular que la Inquisición creó de las supuestas reuniones de brujas y sus actos heréticos.
Para caracterizarlas, utiliza la representación tradicional de mujeres ancianas de los cuentos populares recopilados por J.M. Barandiarán, tomando referencias de varias de estas leyendas que explican las creencias en torno a las brujas, sus costumbres y fórmulas para volar al Sabbath.
Concretamente, el director las sitúa en un espacio liminal acuático, pues Barandiarán mencionó que ellas se reunían en encrucijadas y remansos de agua que servían como lavaderos. Además, elige el número 3, conectándolo con la imaginería arquetípica de Hécate como deidad triple vinculada a la brujería.
Al referirse a ellas, utiliza otro dicho popular que se dirige tanto a las Laminak como a las Sorginak: “Direnik ez da sinistu behar, ez direnik ez da esan behar”(No hay que creer que existen, no hay que decir que no existen).
Cuando interactúan con la protagonista, también hacen referencia a una frase de un cuento: “Ez geala, bageala, amalaumilla emen geala” (Que no somos, que sí somos, catorce mil aquí somos).
Posteriormente, el ungüento de brujas como sustancia psicoactiva para viajar en espíritu, hace acto de presencia, junto con la famosa fórmula que da nombre a este proyecto: “sasi guztien gainetik, laino guztien azpitik” (Por encima de todas las zarzas, por debajo de todas las nubes). Asimismo, podemos ver esta sentencia mal recitada, tal y como se muestra en el cuento recogido por Barandiarán.
Para concluir, Urkijo recrea el “akelarre”, tal y como los inquisidores lo definieron y quedó retratado en las pinturas de Goya. Comprendo las razones que han podido llevarle a optar por esta estética, aunque personalmente hubiera agradecido una visión más local, sin un Akerbeltz convertido en Baphomet y sin los estereotipos instaurados por los represores.
En cualquier caso, debo manifestar que se trata de una obra magnífica, visualmente muy potente, que honra nuestra mitología con una labor de documentación concienzuda, un trabajo técnicamente cuidado, una interpretación sugerente acompañada de un vestuario excelente y una fotografía espectacular realizada en localizaciones seleccionadas minuciosamente.
Entre los escenarios que podréis disfrutar se encuentran el Caserío Igartubeiti (Ezkio, Gipuzkoa), la necrópolis de Argiñeta (Elorrio, Bizkaia), el Santuario de Oro (Zuia, Araba), el Bosque de Artikutza (Navarra) y otros puntos de nuestra geografía donde se originaron estas leyendas (Orozko, Legutio, Zerain…)
Para quienes estéis fuera de España y queráis ver la película, os adelanto que el largometraje estará disponible en Prime Video.
Solo me queda agradecer a Paul Urkijo y su equipo la increíble labor realizada, animándoles a que sigan deleitándonos con más cuentos de nuestro folclore.

“Gaua” (The Night), the new film by Paul Urkijo, director ofIrati and Errementari, is set at the height of the witch hunts (17th century) in the Basque territories. It immerses us in the legends of our local mythology, featuring beings that inhabit the night as a forbidden, mystical realm, connecting us with primeval fears and the things we hide in the shadows.
The film continues the approach of Urkijo’s previous two features, blending Basque folk beliefs with key events from the history of Euskal Herria through a form of magical realism that reconnects us with the fantastical as a way of reimagining our mythic past.
Although Urkijo does not state it explicitly, certain details suggest that the story takes place during the Zugarramurdi trials, the inquisitorial proceedings in which the judges coined the term akelarre to describe heretical and orgiastic gatherings of people who worshipped the Devil in the form of a black billy-goat. In this respect, the film explores the creation of the akelarre myth and witches as humanised creatures, interweaving tales and folkloric elements that formed the foundation for a terror imagery intended to regulate moral behaviour deemed inappropriate or deviant.
The film’s leitmotif revolves around the famous Basque saying,“Eguna egunekoentzat eta gaua gauekoentzat” (“the day belongs to those of the day, the night to those of the night”), taken from a legend collected by J.M. Barandiarán. In this legend, Gaueko, as the personification of night, pursues a woman named Kattalin, who goes to a spring at midnight, leaving the protection of the etxea (home). In Urkijo’s visual narrative, Kattalin is trapped in an unhappy marriage to a lame man. The choice of husband and his condition is not arbitrary, as Basque stories tell that our numina punish the descendants of those who defy them. One particular tale tells of two brothers from Biscay, one of whom threw a stone at Sugaar, leaving Mari’s consort maimed. Sugaar then appeared in disguise on Christmas Eve to exact his revenge, declaring: “From now on, this household shall be without a cripple, a one-armed, a deaf, or a blind man.”
Urkijo subdivides the narrative into several micro-stories, each centred on one of these nocturnal beings. The first is dedicated to Gaueko, a primordial, territorial entity who rules the night mercilessly, ensnaring those who dare enter his domain. From my perspective, Urkijo’s depiction of him is masterful, conveying that atavistic fear of an uncontrollable force from which there is no escape.
The second focuseson Inguma, a nightmare entity who enters bedrooms, pressing on the chest of sleepers, causing suffocation and overwhelming distress. Alongside Inguma, three other night beings appear in minor roles: theEtxekojaunak, ancestral guardians of the home, represented in the traditional argizaiolak that simulate the body of the deceased; theSorgin, a witch capable of shape-shifting (into a cat, crow, or owl) and casting spells that can induce supernatural illness; and theGaizkin, a small malevolent demon with a bird-like head in the service of the Sorgin, who hides in the victim’s pillow to affect them physically and spiritually.
This section also illustrates the procedure for cursing and several remedies administered by aBelagile (herbalist or healer), including a traditional conjure to repel Inguma and a method using maize kernels to compel the spirit to count until dawn. Two aspects stand out as particularly significant: the distinction between healer and witch, highlighting the elements that identify theSorgin as an otherworldly creature (affecting the left eye, left leg, and its zoomorphic representation); and the inspiration from the real figure of “Endregoto, the Blind,” known as “the little blind woman of Viana,” executed by the Inquisition in Logroño (the same site as the Zugarramurdi trials).
The third tale concerns Mateo Txistu, also known in other versions as Ehiztari Beltza, Juanito Txistulari, Martin Abade, or Salomon Apaiza. As the Basque legends describe, he is a priest obsessed with hunting, condemned to wander as a lost soul for interrupting Mass to pursue a hare in which the Devil (Etsai) had transformed.Notably, Urkijo includes theAndereserora or Seroraas the priest’s companion, a female significant religious figure in Basque society, particularly in funeral rites. Similarly, his friend Graxiana is inspired by Graxiana Xarra, a 66-year-old woman condemned in the Zugarramurdi trials, widow of a shepherd and hospitaler in Urdax.
The final part of the film is devoted to theSorginakand the popular imagery the Inquisition created around supposed witch gatherings and heretical acts. To portray them, Urkijo uses the traditional depiction of elderly women from folk tales collected by J.M. Barandiarán, drawing on various legends explaining beliefs surrounding witches, their customs, and methods of flight to the Sabbath. He situates them in a liminal aquatic space, as Barandiarán noted they gathered at crossroads and water pools used as washhouses. He also chooses the number three, connecting it with the archetypal imagery of Hecate as a triple goddess linked to witchcraft.
When referring to them, another popular saying is invoked, addressing both the Laminak and the Sorginak:“Direnik ez da sinistu behar, ez direnik ez da esan behar” (“One should not believe they exist, nor deny that they do”).
When interacting with the protagonist, they quote a phrase from a tale: “Ez geala, bageala, amalaumilla emen geala” (“We are not, we are, fourteen thousand here we are”).
Subsequently, the witches’ ointment for spirit travel appears, along with the famous formula that lends its name to this project:“sasi guztien gainetik, laino guztien azpitik” (“Above all brambles, beneath all clouds”). This incantation is even recited imperfectly, as shown in Barandiarán’s collected story.
Finally, Urkijo recreates theakelarreas defined by the inquisitors and depicted in Goya’s paintings. I understand his reasons for choosing this aesthetic, though personally I would have appreciated a more locally grounded vision, without an Akerbeltz transformed into Baphomet and free from the stereotypes imposed by the oppressors.
In any case, it is a magnificent work: visually striking, honouring our mythology with meticulous research, technically polished, with compelling performances, excellent costume design, and spectacular cinematography shot in carefully selected locations.
Among the sites you can enjoy are Caserío Igartubeiti (Ezkio, Gipuzkoa), the Argiñeta necropolis (Elorrio, Bizkaia), the Sanctuary of Oro (Zuia, Araba), Artikutza Forest (Navarra), and other points in our landscape where these legends originated (Orozko, Legutio, Zerain…).
For those outside Spain wishing to watch the film, it will be available on Prime Video.
I can only extend my thanks to Paul Urkijo and his team for their incredible work, encouraging them to continue delighting us with more stories from Basque folklore.