Entre los neopaganos está ampliamente extendido el uso de la “Rueda del Año” como estructura de organización de un ciclo estacional completo, siguiendo la lógica de los calendarios agrícolas. No obstante, en la sociedad moderna nos guiamos por el “Annus circuncisiones” o momento de la circuncisión de Jesucristo, que coincide con el inicio del año civil en la Antigua Roma o tiempo en el que se nombraba a los cónsules. Esta forma de medición temporal se aplicó por primera vez en el S.VIII por los reyes merovingios, pero no se hizo oficial en España hasta el S.XVI.
Dentro de la Península Ibérica coexistieron diferentes modelos de calendario a lo largo de la época medieval e inicio de la Edad Moderna. Primeramente, en época de los visigodos se utilizó el cálculo de la “Era Hispánica”, que empezaba el cómputo el 1 de enero del 38 a.C. Dicha estructura siguió siendo usada por los primeros reinos cristianos peninsulares.
El reino castellano se rigió por la datación hispánica hasta el mandato de Juan I de Castilla, quien dispuso su sustitución por la Era Cristiana. A partir de 1383, se estableció el estilo de la Natividad o “Annus Domini”, el cual tiene como referencia el nacimiento de Cristo (25 de diciembre).
En Cataluña y Aragón empezó a utilizarse el “Annus incarnationis” o Año de la Encarnación, de estilo florentino, a partir de 1180. Este modelo de medición iniciaba el ciclo el 25 de marzo, fecha en la que supuestamente la Virgen María concibió a Jesús. De tierras catalanas peninsulares pasó a Mallorca y, seguidamente, al Reino de Valencia y otros territorios mediterráneos conquistados posteriormente. Esta cronología fue abandonada en Cataluña y en Aragón por decreto durante el reinado de Pedro IV (finales de 1350). En el Reino de Valencia perduró hasta el año 1358.
En el caso del Reino de Navarra, Teobaldo I se sumó al cómputo según el Año de la Encarnación. Se han hallado varios registros oficiales datados en el S.XIII y XIV que demuestran la administración del reino navarro siguió este sistema temporal hasta el S.XVI. No obstante, hay autores que sostienen que hubo una alternancia de la cronología del “Año de la Encarnación” y “Año de la Resurrección”.
El “Annus Gratiae” fue un modelo popular entre algunas dinastías francesas que inicia el cálculo en el Domingo de Resurrección, fecha variable en función del calendario lunar. El único documento que aparece datado con seguridad por el sistema de Pascua es uno fechado el 25 de marzo de 1274 (dominica Ramis Palmarum, anno LXX tercio).
Autores como Mikel Burgi argumentan que probablemente el pueblo vasco se sintiera más identificado con un inicio de ciclo en marzo, tanto por ser época de deshielo (“urte berri”= agua nueva) como por la influencia romana antes de la implantación del calendario juliano. Además, en varios yacimientos de época romana como el de Arellano (s.I-V d.C.) existen evidencias de un culto a Cibeles, una divinidad a la cual se le rendía homenaje durante el mes de marzo. Mari posee algunos paralelismos con esta diosa y su conexión con los bóvidos, ya que toma la forma de vaca roja y algunas de sus moradas son protegidas por un espíritu en forma de buey rojo (Aatxegorri).

En diversas localidades navarras como Olite o Cortes se ha mantenido hasta hace pocos años una devoción especial a la “Virgen de Marzo” (25 de marzo), a la cual se le dedican 100 Avemarías para solicitar su protección ante los engaños y tentaciones del Diablo (Etsai). Jusué y Corcín indican que cada 10 oraciones, se recitaba la siguiente fórmula en Olite:
“Mañana me moriré y
con el demonio me encontraré.
Vete, vete, le diré,
que el día de la Virgen de Marzo
100 avemarías recé
y en las 100 me santigüé.”
Azurmendi señala la siguiente frase en relación a la mencionada “virgen”: “Andra Mari Martxoko, begian mendian alhako” (Señora Mari de Marzo, las vacas pastarán en el monte).
Barandiarán dio cuenta de que Mari podía presentarse como anciana o mujer madura en su faceta de Basoko Mari (Mari del Bosque) en el Valle de la Burunda, el sur del Valle de las Améscoas, el Valle de Kuartango y parte alavesa de la Sierra de Gorbea. Bueno Bernaola y Ventureira San Miguel hacen referencia a una leyenda de Zuia donde se relata que vive en en el tronco de un haya hueca e intercede por los pastores, carboneros, leñadores y quienes trabajaban en las montañas. La costumbre dictaba que el padre que acudía a trabajar al bosque debía guardar en su bolsa un trozo de pan de su propia comida. Al regresar a casa, se lo daba a los/as niños/as, contándoles que la “Abuelita del Monte”, en forma de niebla, había depositado su pan mágico (basoko Mariren ogia) en su zurrón.
Por su parte, Ortiz de Zárate puso de relieve otra versión local conocida como la Vieja de Arriano, nacida de un manzano. La mayor parte de testimonios la describían como una señora vieja, astuta, fea, sucia. Sin embargo, algunos paisanos decían que era una mujer madura sin descendencia. Además de hacendosa, era bastante tacaña y a veces un tanto arisca. Disfrutaba del tiempo frío, lluvioso y tormentoso. También se cuenta que una vez estuvo cuarenta días sin comer y que se puso a asar nieve (época de deshielo). Claramente este rasgo conecta con la época Cuaresma, que sucede a las últimas parodias carnavalescas. Es muy probable que, en el proceso de sincretización con las creencias católicas, Basoko Mari se acabase fusionando con la Vieja Cuaresma, una anciana de siete siete piernas a la cual denominamos “zazpi (h)ankako atsoa”.

Curiosamente, la fecha de la Anunciación coincide con la festividad escocesa de “Latha na Cailliche” (El Día de la Anciana), así como el “Lady day” británico (inicio del antiguo calendario inglés desde 1155 hasta la adopción del calendario gregoriano 1752, pero también momento de renovar contratos con los terratenientes).
La necesidad de protección extraordinaria al final del invierno provenía originalmente de tiempos paganos, ya que se creía que los espíritus que conformaban la Cacería Salvaje, incluyendo sus líderes tanto masculinos como femeninos, se cobraban sus últimas víctimas (cabezas de ganado o paisanos) antes de que se produjera el cambio de estación.
Autores como Barandiarán, Dueso o Gómez Tejedor mencionan un periodo transicional que comprende los últimos días de marzo y primeros de abril, denominados “zozomikate” o “zomomikote” en algunas localidades navarras (Azkarate), guipuzcoanas (Ataun, Idiazabal, Zarautz) y vicaínas (Arrakundiaga). En otros pueblos navarros (Urdiain), guipuzcoanos (Oiartzun) y alaveses (Arluzea) recibían el nombre de “ordizegunak”.
El refrán vasco afirma: «Zozomikote egunek, tristeak eta illunek» (los días en los que anida el tordo son tristes y oscuros). Dicha afirmación responde al clima de inestabilidad atmosférica que pone en riesgo la vida vegetal, la seguridad del ganado y la salud de aquellos humanos confiados por la proximidad de una época más cálida y aparentemente menos peligrosa.
Cuenta una historia popular que cierto año un pastor estaba muy enfadado por el mal tiempo habido en marzo. El último día del mes el pastor espetó a marzo: “Ah, marzo, marzo, te deseo lo peor”. Entonces marzo pidió a abril: “Abrilcillo, abrilcillo, dame dos días y medio para las cien ovejas y el carnero perdidos por el pastor”. Y abril le concedió dos días y medio. Y esos días marzo trajo una tormenta tremenda y una tromba de agua hizo desaparecer a todas las ovejas en la cueva de Ubegi. El pastor se agarró al carnero del rebaño, pero el cuerno se le metió en el ojo y lo perdió. Desde entonces los dos primeros días y medio del mes de abril suelen ser de mal tiempo.
Existe otra leyenda de Laurgain que vincula la calenda transicional de marzo a abril con un toro rojizo. Según este relato, marzo transcurría con buen tiempo, así que el toro salió mugiendo al campo y se tumbó debajo de un espino. Marzo envió una tempestad para castigar su osadía y añadió dos días y medio de mal tiempo. Luego pidió otros dos días y medio al mes de abril para que al toro que se abrigaba en el espino se le quitasen las ganas de mugir. Finalmente, el temporal acabó con la vida del toro. Desde entonces se recomienda como previsión retener al ganado en esos días o colocarle un cencerro lleno de hierba seca a los bueyes. A partir de dicha leyenda surgieron refranes como: “Martxuek kunkunak jotzea, idiari larrua kentzea” (marzo azotando, el buey despellejando).
Estas narraciones orales nos remiten a la idea de que el “zozomikote” era tradicionalmente considerado un tiempo de amargura por los sacrificios exigidos por las entidades del territorio para renovar sus pactos con los seres humanos y permitir que la abundancia y la fertilidad regresaran.
De hecho, el mes de abril recibía antaño el nombre de “Opaila”, traducido como mes de ofrenda o regalo. Dicha denominación atiende a la costumbre de realizar el sacrificio de un cordero en la entrada de alguna de las cuevas míticas en las cuales Mari se alojaba (mantenida hasta los años 50). El sustitutivo cristianizado de esta fórmula lo encontramos en la entrega de roscas a San Marcos o la preparación de pasteles en forma de nidos de ave durante la Pascua.
Bibliografía consultada:
Azurmendi, Mikel (1993) Nombrar, embrujar. Alberdania
Barandiarán, José Miguel de (1973) Obras completas I: diccionario ilustrado de mitología vasca y algunas de sus fuentes. Gran Enciclopedia Vasca.
Dueso, José (2000) El calendario tradicional vasco. Roger.
Gómez Tejedor, Jacinto (1979) El calendario vasco, Caja de Ahorros Vizcaína
Jusué, C. y Corcín F.J. Encuesta etnográfica de Olite. Etniker Navarra
Ortiz de Zárate, Carlos (2009) La Vieja de Arriano: Valle de Cuartango (Álava). Anuario de Euskofolklore, tomo 48, pp 149-60
Satrústegui, José Mª (1980) Mitos y creencias. Txertoa.
http://www.euskomedia.org/PDFAnlt/fuentes/docs62.pdf
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7561237
http://www.ub.edu/contrataedium/taediumcast/recursos/eines/cronologies/iframes/any_encarnacio.htm
Latha na Cailliche (March 25th)
BBC – Religions – Christianity: The Feast of the Annunciation. Disponible en: http://www.bbc.co.uk