Cuando el proyecto “Por encima de todas las zarzas” nació en formato de blog, dediqué los primeros artículos a hablar de la Etxea como hogar, sepultura y espacio sagrado; la identidad familiar y la importancia del linaje; los valores comunitarios de la sociedad tradicional vasca; las leyes por las que nuestros númenes y espíritus se rigen bajo el gobierno de nuestra Dama.
Por ello, no debería resultar ninguna sorpresa que esa misma ética y moral formen parte de los pilares y código de conducta de una tradición familiar fuertemente enraizada en el folclore local, con sus elementos sincréticos.
Tal y como apunta Ortiz-Osés, dentro de los preceptos de Mari podemos distinguir dos niveles de importancia: el de los imperativos que deben cumplirse fielmente y el de las obligaciones morales que aseguran una convivencia estable y unas buenas relaciones sociales.
En el primer sustrato se encuentra el mandato de ser sincero con uno mismo y los demás, diciendo siempre la verdad, aunque pueda resultar incómodo e incluso problemático, tal y como recogen los dichos: “Egia, askoren erregarria” (para muchos la verdad duele); “Egia da latz eta garratz” (la verdad es amarga y desagradable); “egiak esan eta adiskideak gal” (diciendo la verdad puedes perder amistades). En relación a la mentira también existen diferentes proverbios que anticipan sus lamentables consecuencias: “Gezurrak buztana labur” (la mentira tiene la cola corta”); “gezurra esan nuen etxea: ni baino lehenago kalean” (conté una mentira en casa y estaba en la calle antes que yo); “gezurtarik zer duen merezi? Egia esatean ez sinetsi” (¿qué merece un mentiroso? No ser creído cuando dice la verdad).
Los relatos populares resultan igualmente fuente de aprendizaje de estos principios. En distintas leyendas Mari castiga a pastores y nobles señores por mentir sobre sus habilidades o propiedades, retirándoles el favor y sustrayendo sus pertenencias para entregarlas a personas humildes, nobles y trabajadoras. Otros cuentos como el de “Pedro y el lobo” nos previenen desde la infancia de decir mentiras si queremos forjarnos una reputación digna y recibir ayuda cuando verdaderamente la necesitamos.
La soberbia, la jactancia, el orgullo y ambición desmedidas y la avaricia se han considerado faltas capitales entre la población euskaldun, abogando por una vida más humilde y el mantenimiento de un buen nombre, en lugar de perseguir la riqueza y la gloria. Algunos de los dichos que ilustran lo que puede ocurrir cuando uno busca únicamente su propio beneficio y se obsesiona con la fama son: “Asko baduk, aski beharko duk” (si tienes mucho, necesitarás mucho); “begiak noraino, nahia haraino” (tan lejos como los ojos permiten ver, así de lejos se extenderán los deseos/ansias); “igaitea gorago, eroria dorpeago” (cuanto más alto se sube, más dura es la caída); “bat eman eta bi hartu, gure etxean ez berriz sartu” (dar uno y tomar dos no hará que vuelvan a tu casa).
En contraposición, un modo de vida sencillo, honrado y donde se hace un uso sostenible de los recursos es siempre elogiado: “Bere etxe pobrea, erregearena baino hobea” (Aunque su casa sea pobre, es mejor que la de un rey); “Iturri txikiak, handiak adina egarria kendu” (una fuente pequeña permite calmar la sed tanto como una grande); “aberats izatena baino, izan ona hobe” (más vale tener un buen nombre que ser rico); “egizku beti on, ez jakinarren non” (siempre haz lo correcto, incluso si no sabes a quién beneficias).
El honor, entendido como el cumplimiento de la palabra y los compromisos, buscando la equidad y la justicia, es altamente valorado entre los vascos. Existen cantidad de leyendas en las que los númenes y espíritus del territorio castigan duramente el incumplimiento de una promesa o un acuerdo establecido. Las palabras nos atan y por ello hemos de aprender a utilizarlas sabiamente, cuando el momento lo requiere y en base a criterios fundamentados. Además, cuando no existe correspondencia entre nuestro discurso y nuestras acciones, la comunidad deja de confiar en nuestra fiabilidad y no cuenta con nosotros para afrontar empresas que exijan responsabilidad en el cumplimiento de nuestros votos y responsabilidades.
En relación a las promesas existen refranes como: “Agindua zorra, esan ohi da” (Una promesa es una deuda, siempre se ha dicho); “esana esan, emana eman” (lo dicho está dicho y lo dado está dado”); “Idia adarretik eta gizona hitzetik” (escoge a los bueyes por sus cuernos y a los hombres por el cumplimiento de su palabra). En su vertiente negativa, también observamos los siguientes: “Esana da erraz eta egina garratz” (hablar es fácil, pero hacer es difícil); “Berbak handiak, ezkurrak txikiak” (palabras grandiosas, resultados pequeños); “Gaur hitza eman, bihar haizeak eraman” (la promesa de hoy traerá aire mañana).
En lo que respecta a la escucha y el uso de la palabra, conviene tener presente estas consideraciones: “Aditzaile onari, hizt gutxi” (un buen oyente necesita pocas palabras); “aditu nahi ez duenak, ez du esan behar” (aquel que no quiere escuchar, no debería hablar); “dakizunaz gutxi mintza zaitez, ez dakizunaz bat ere” (di poco de lo que sabes y nada sobre lo que no sabes); “ez gehiegi hitz egin, ez ba da nahi huts egin” (no hables demasiado si no quieres cometer errores); “esaten baduk nahi duana, entzungo duk nahi ez duana” (si dices todo lo que quieres, prepárate para escuchar cosas que no deseas oír). Otra cuestión importante a considerar es que permanecer en silencio cuando no se está de acuerdo y no salir en defensa de la verdad o lo que es justo, se contempla como posicionamiento o complicidad: “Entzun eta isil, baiezko borobil” (Escuchar y callar, es afirmar en redondo).
El honor también se expresa en la justa retribución, permitiendo el mantenimiento de unas relaciones equitativas, tal y como podemos observar en los siguientes dichos populares: “Hartzean dena, zortzen dena” (Lo que recibes, lo debes); “hartuak, emana zor” (lo que se toma, se debe); “bakoitzari berea eta beti adiskide” (a cada cual lo suyo y siempre amigos). De acuerdo con el saber popular, las deudas mantenidas en el tiempo solo traen problemas: “Zor zaharra, min berrizale” (vieja deuda, renovación del dolor).
Por otro lado, dentro de una sociedad comunitarista, no mostrar empatía, compasión y generosidad con tus vecinos/as, no sólo se considera indeseable, sino perjudicial para tu propia subsistencia ya que, llegado un momento de necesidad, puedes ser tú quien requiera de la asistencia de los demás. Habitualmente, quien tiene menos suele ser el más desprendido a la hora de compartir: “Ezer ez duena, emateko prest” (alguien que no tiene nada, siempre está dispuesto a dar). Aprender las bondades de esos sacrificios, resulta esencial para asegurar la reciprocidad y una buena convivencia social: “Jakiteko hartzen, ikas ezazu ematen” (para saber como recibir, aprende a dar). Tener detalles desinteresados también es visto como deseable, al igual que tratar de disculparse haciendo algo para compensar la falta: “emaitzak hausten tu haitzak” (los regalos rompen las rocas).
Según las leyes de Mari, tratar con decencia a los demás y mantener la dignidad es un precepto a tener muy en cuenta, junto con el respeto a los mayores que demuestran sabiduría o hacia las figuras/entidades que pueden actuar como maestros o guías. Del mismo modo, la honra y devoción a lo sagrado han de guiar nuestros pasos en nuestra vida cotidiana y práctica espiritual. Esto no implica, ni mucho menos, que dicha veneración sea ciega. De hecho, si alguien desea presentarse ante Mari, nunca debe arrodillarse ante ella, sino inclinar la cabeza como muestra de reverencia y situarse en cuclillas para entregarle las ofrendas.
Nuestra Dama requiere que tengamos muy presente que todos provenimos de una misma madre: “Besteak ere ama(re)n semeak dira”. Asimismo, las leyendas nos sugieren huir de las apariencias y no subestimar a quien parece más pequeño o aquello que aparenta menos valor: “Ttikia ez guttietsi; haren beharra bihar edo etzi”. El saber popular también nos recuerda que hay personas o criaturas que estiman a quienes podemos despreciar y por ello no merecen nuestra burla: “Ez iñori irririk egin; jendik jende balio dik.” (no te rías de nadie, la gente valora a la gente). Igualmente, se nos hace ver que todos tenemos nuestras faltas para que no juzguemos a la ligera a los demás: “Den orratzik mehenak bere itzala badu”(incluso la aguja más fina tiene su sombra).
Además de la sinceridad y el honor, los habitantes de Euskal Herria siempre han tenido el trabajo y el esfuerzo por bandera: “Hegaztia airerako, gizona lanerako” (los pájaros están hechos para volar y los humanos para trabajar). Tomando el ejemplo de entidades caracterizadas por su naturaleza laboriosa como la propia Mari, los Jentilak, el Basajaun, las Lamiak, los Mairuak o los Galtzagorriak, ser capaz de valerse por uno mismo y poner voluntad en superarse para el desarrollo propio y de la comunidad, han constituido pilares básicos de progreso y afrontamiento de la adversidad. Tal y como expresa el refrán “Iraurk egin dezakeana ez uzti besteri egiten”, no permitas que otros hagan lo que puedes hacer por ti mismo. Si no eres capaz de preocuparte por tu propio bienestar y crecimiento personal de una manera responsable y constructiva, nadie lo hará por ti. Si quieres algo y que valga la pena, tienes que lograrlo por tus propios méritos porque no hay pan sin sufrimiento (“Ez da ogirik neke gaberik”) ni éxito sin trabajo duro (“Garaipena, neke askoren ondorena”).
Igualmente, no se contempla otra forma de trabajar que la aquella que implica consciencia plena y dedicación, tal y como bien resume el dicho: “Lan baratza, lan aratza” (el trabajo que se hace despacio, una labor bien hecha). En cambio, las prisas y la holgazanería son actitudes que ponen en entredicho la verdadera voluntad de aprender y la posibilidad de autosuperación, ganando una buena reputación al ofrecer resultados de calidad. Sentencias como “Lan lasterra, lan alferra” (el trabajo apresurado, trabajo inútil), “Alfer egon eta alfer-lana egin, biak berdin” (no hacer nada o involucrarse en tareas inútiles son la misma cosa) o “Alferrarendako lanik ez, eta astirik ezdan” (el vago no tiene trabajo ni tampoco tiempo), dan buena cuenta de ello.
Por otra parte, la seriedad que se le otorga al deber demanda el liderazgo de alguien exigente consigo mismo, capaz de involucrarse con intensidad en las tareas o roles que le corresponden, para poder ser legítimamente estricto con sus subordinados. Dichos como “Lanik errazena, agintzea” (el trabajo más fácil es dar órdenes) o “Nagusi eroa baino, gogorra hobe” (un jefe duro es mejor que uno loco), ilustran perfectamente este pensamiento.
La fortaleza que implica doblegar los impulsos hedonistas, adquirir una disciplina y no rendirse ante las dificultades, representa una virtud nuclear para los vascos. En la misma línea, la perseverancia es otra de esas cualidades deseables. Desafíos que aparentemente resultan insuperables, pueden ser logrados gracias a una voluntad firme y un esfuerzo continuado, tal y como recoge el refrán: “Arian, arian, zehetzen da burnia” (golpeando y golpeando, el hierro puede ser pulverizado).
Dentro de la cultura tradicional vasca, la manera en que se plantea cualquier proceso de aprendizaje y adquisición de conocimientos o destrezas de diversa índole es a través de observación paciente, modelado y práctica progresiva, en la medida en que el instructor o figura de supervisión lo permita según el progreso del aprendiz y en base a criterios de seguridad. La frase que mejor resume la importancia de una observación previa antes de involucrarse activamente es: “Zer ikusi, hura ikasi” (lo que uno ve es lo que aprende). Además, para ser eficaz en el desarrollo de una tarea compartida, tienes que haber integrado suficientemente unos conocimientos y procedimientos que te permitan saber cómo operar: “dakienak lan daidi, eztakienak ler daidi” (el que sabe, puede hacer un buen trabajo; el que no sabe, puede tropezar). De ahí que el estilo de aprendizaje recomendado sea pausado y meticuloso.
La sabiduría es un estado y una capacidad que se adquiere a través de la experiencia, integrando la esencia de las enseñanzas antiguas. Nuestros mayores ejercen como los principales referentes y por ello existen varios dichos que apelan a su sapiencia: “Zahar-hitzak, zuhur hitzak” (las palabras viejas, palabras sabias); “Jakindunen artean dabilena, jakindun” (alguien que pasa tiempo entre gente sabia, se convierte en sabio). Entre los elementos esenciales para alcanzar esa sabiduría se destaca una actitud escéptica y crítica, así como templanza para ir digiriendo el conocimiento: “Guti edatea eta guti sinhestea, zuharraren egitea” (beber poco y creer poco es el comportamiento del sabio). Por último, cuando más largo sea el camino andado, mayor será el grado de discernimiento alcanzado: “orga txarrago eta karranka handiago” (cuanto más vieja es la carretera, más brillante es).
Estos preceptos han fundamentado la relación de mi familia con los antiguos poderes, la gobernanza de nuestra Etxea, nuestras relaciones comunitarias y mi educación bajo la tutela de mi abuela. Su seguimiento ha permitido la pervivencia de un fuego que me he comprometido a seguir custodiando y alimentando. Proteger la virtud de ese legado es mi principal cometido.

“Por encima de todas las zarzas” representa la cara externa de un conjunto de saberes ancestrales y experiencias mistéricas personales que permanecerán en un ámbito estrictamente privado. Mi práctica espiritual es demasiado íntima como para compartirla con extraños, ajenos al bagaje sociocultural y dinámica familiar en que he sido criada. Alguien que no ha convivido en el mismo territorio ni ha entrado en contacto con las entidades que lo custodian no puede comprenderlo en todo su significado y profundidad.
Así pues, seguirá siendo un proyecto de divulgación de las distintas manifestaciones culturales y folclóricas que se conservan de la sociedad tradicional vasca, tratando de establecer puentes entre el conocimiento histórico-etnográfico, las experiencias vitales locales y mi propia gnosis personal. Asimismo, mi intención es favorecer un espacio de encuentro acogedor e intercambio respetuoso entre personas con intereses similares, tanto de territorios vecinos como descendientes de la Diáspora.
Cualquiera que se aproxime con honestidad, respeto e interés auténtico a esta casa, será recibido con amabilidad y hospitalidad. Quien falte a la verdad, no respete las normas de convivencia básicas, no sea persona de palabra, intente apropiarse indebidamente de lo que no le corresponde, busque únicamente su propio beneficio sin aportar a la comunidad o perjudique de algún modo el buen desarrollo de las actividades que se promuevan desde esta plataforma, no será bienvenido y deberá asumir las consecuencias de sus actos.
A partir de hoy, “Por encima de todas las zarzas” brilla con un fulgor renovado, aunque preservando su esencia original.

Kaixo. Las referencias “externas” (Ortiz-Oses) son sin duda interesantes, pero a mi juicio, y posiblemente me equivoque, no existe una “Religión Antigua”. Es todo, quizás, mas natural, mas pleno y propio, íntimo. Ni el Circulo Eranos (Jungiano), ni los antropólogos cristianos de los “Circulos culturales de Viena” pretenden otra cosa que “explicar”…. Mari, Amaindi, Amari…. lo es todo, todo, desde que se siente la “herencia”
Fernando, en ningún momento he hablado de una antigua religión y menos con las connotaciones que ese término posee en la sociedad moderna. De hecho, evito usar esa palabra porque no representa la diversidad de creencias, manifestaciones devocionales, formas de culto y experiencias espirituales de distintas personas que se sienten conectadas a Mari, el resto de númenes y espíritus que conforman la cosmovisión vasca. Cómo bien apuntas, la relación con estas entidades suele ser bastante natural y práctica, pero no carente de significado y formas específicas.