Mayo es conocido como el “mes de las flores” (“Loraila”), “mes de la hoja” (“Orrilla”) o “tiempo adecuado” (“Ostarua”) para el crecimiento vegetal. En resumen, es la época de mayor esplendor y fertilidad de la naturaleza. Asimismo, mayo (“Maiatza”) es el mes de Maia, una de las denominaciones que recibe la Diosa Mari (quien pasó a sincretizarse con la Virgen María con la llegada del cristianismo). También es el momento en el que las “mayas”, reinas de mayo o señoras de mayo (“maiatz andereak”), vestidas de blanco, desfilan por las calles de muchos pueblos para otorgar prosperidad y abundancia.
Esta tradición es una reminiscencia de antiguos cultos a la fertilidad que encontramos en distintas culturas europeas y una manera de representar el renacimiento y perpetuación de la vida. En el ámbito greco-romano, este período se encontraba bajo el auspicio de Afrodita/Venus y Apolo/Febo, destacándose por su carácter sexual y propiciatorio de las uniones amorosas. No obstante, no podemos obviar la figura de Maia, la mayor de las Pléyades en la mitología griega, ni la figura de “Maya” o “Maia Maiestas”, conocida como Fauna (diosa de la fertilidad y la salud, hija de Fauno) y apelada “Bona Dea” en la mitología romana.
En territorios celtas, se celebraba la festividad de Beltane, dedicada a Belenos, Balor, Beli o Bel (“el brillante”), divinidad del fuego y el sol. Se trataba de la tercera de las cuatro festividades mayores dentro del calendario celta y marcaba el comienzo de la estación luminosa, así como el inicio del verano pastoral en el cual se llevaba al ganado a pastar a las montañas. Otro rito central dentro de esta fiesta era la escenificación simbólica del matrimonio sagrado (“hierogamos”) entre la Reina (Madre Tierra) y el Rey de Mayo (Hombre Verde).
En el contexto germánico y escandinavo, se festejaba Walpurgis o Valbörg en honor a la diosa Freyja. Al igual que en la celebración celta, se subía a un monte o una colina a encender una hoguera, se realizaban purificaciones, rituales de sanación, hechizos para atraer el amor o ceremonias para asegurar la fertilidad. Igualmente, en esta época eran comunes los encuentros sexuales incentivados por el frenesí de la danza y la bebida, así como la organización de bodas.
En el caso vasco-navarro, estas costumbres han estado también muy presentes, aunque en ciertos puntos de su geografía se levantaron prohibiciones desde el obispado para evitar que se perpetuaran estas manifestaciones populares de profundas raíces paganas. Este fue el caso de Guipúzcoa y Pamplona a partir del S.XVI y de la zona noroccidental de Navarra durante el S.XVII. De todos modos, en algunos barrios de Pamplona, se conservaron las tradiciones de elaborar enramadas y sacar carros triunfales engalanados con flores hasta casi 1800. En el resto de merindades no hubo esta prescripción y se continuaron realizando ininterrumpidamente hasta comienzos del S.XX, aunque renacieron de forma precaria a partir de los años treinta en algunos pueblos de la cuenca del Bidasoa como Irún, Errenteria, Oiartzun, Elgeta, Ondarribia, Lezo y Donostia. En esta zona, las mozas, ataviadas con vestidos inmaculados, iban acompañadas de muchachos que se convertían en sus parejas simbólicas. Luego, el cortejo repartía dulces entre los vecinos.
Donde se han conservado mejor estos ritos primaverales, ha sido en ciertas localidades del Valle del Baztán (Navarra). La villa en la cual han sobrevivido con un mayor arraigo es Arraioz, donde el último domingo del mes aún se celebra la “Erregiña eta saratsak” o “la Reina y los sauces”. La tradición fue documentada y difundida por diversos investigadores como J.M. Barandiarán, Resurreción M. Azkue, Caro Baroja, Jorge de Riezu o José Dueso, entre otros, y renovada gracias a Valentín Barragán, Rosario Karrikaburu, Asunción Laurnagaray, Paula Anotxenea, Maria Etxetxipia y Bonifazia Larraya. Consiste en elegir a una o dos muchachas de 11 o 12 años, a las cuales se viste de blanco con un cinturón de azul cielo y se corona con flores. Estas doncellas van acompañadas de un cortejo de niñas más pequeñas que visten camisa blanca, falda azulada, zapatos blancos y una banda celeste, recordando a jóvenes lamias. Una de las “erreginak” dirige la procesión de damas de honor (“Saratsak”), postulando de puerta en puerta por calles del pueblo y entonando canciones populares alusivas al momento mientras se acompaña del ritmo de una pandereta o pandero. Sus seguidoras, hacen los coros y bailan a su alrededor.
Una de las coplillas más conocidas es la siguiente:
“Erregina ta Saratsa neskat (neskak) xeder (eder) garbosa. Ela,ola! Etxekoandrea atera zaite leiora leiora ezpado (ezpanda), atera.”
“Reina y sauce, hermosa muchacha. ¡Ea, ola! Señora de casa, sal a la ventana, y si no, a la puerta.”
Al escuchar la petición, la dueña sale al portal a recibirlas y le entrega a la reina golosinas, monedas o candelas para la parroquia. Ella le da las gracias de esta manera:
“Eman duzu noblek compañiak ere badaki zuk eman diguzun diru eder orrekin inen tugu tortxa bi tortxarekin arie. Ariek argizarie Amalau milla aingeruarekin
Paradisuan sartuzaitz ille”.
“Nos has dado pródigamente, lo sabe la compañía: con la bella moneda que nos has obsequiado haremos dos velas, éstas requieren hilo y el hilo cera: ojalá marches al paraíso con catorce mil ángeles.”
Aquí merece la pena que nos detengamos a comentar que el término “erregina” se utiliza para designar a la abeja reina de una colmena. Como ya comenté en otro artículo, este insecto era considerado un miembro más de la familia y ejercía de mensajera con las criaturas míticas, especialmente con Mari. De ahí que a la hora de dirigirse a ella se le llamaba cariñosamente “andere ederra” (señora hermosa). Asimismo, la muerte de esta criatura se considera un signo de mala suerte y por su importancia es anunciada con la frase: “Hil da” (ha muerto). Igualmente, las abejas han de estar informadas de los eventos más significativos y, muy especialmente, del fallecimiento los señores de la casa. Existe el tabú de no vender por dinero jamás a las abejas ni tampoco regalarlas, aunque se permite que sean intercambiadas por grano o ganado en tiempos de carestía. En esta tradición baztanesa observamos nuevamente la relación entre Mari y la abeja como animal psicopompo, portador de prosperidad y representante de los nexos comunitarios, al igual que su relación con la araña como símbolo de su capacidad para tejer el destino.
Volviendo al tema que nos ocupa, es preciso añadir que, si la dueña de la casa se niega a atender a la reina de mayo después de tocar varias veces a la puerta, ésta tiene el derecho a maldecirla:
“Utzan, utzan, ishilik orre ez din dirurik or diaukan bolsa zaar bat zorri zuriz beterik. Akio eta makio (aramakio unemakio), lepaezurre austen balakioi barber ta ni mirikuin arterañosendatu ez balakio”.
“Dejadle, dejadle en paz; ésa no tiene dinero y tiene el bolso lleno de piojos blancos. Dicho y hecho (traducción no literal de una fórmula de hechizo con sentido de ataque como si todas fueran una), ojalá se le rompa el hueso del cuello y no se le componga hasta que tú seas sangrador y yo médico.”
Tras la ronda, se dirigen al hogar del párroco y cantan la siguiente copla, ajustándola al nombre y origen particulares del hombre:
“Seme zara… Garzain-go, Jaun Bikario… Arraiotz-ko. Eskuak ere konsagratuak gure Jaunaren altzatzeko”.
“Hijo eres de (nombre de la madre), de (localidad), Señor Rector de (nombre de la parroquia), de Arraioz, las manos tienes consagradas para alzarlas al Señor”
Una vez acabada la ceremonia, antes de las campanadas que anuncian el anochecer, usan parte de las velas para iluminar a la Virgen y el resto se reparten entre la reina y sus doncellas para sus propios menesteres. Esto mismo se hace con las monedas y los dulces recogidos. No obstante, pueden destinar parte del dinero a comprar chucherías para los niños del pueblo que las hayan seguido fielmente durante su trayecto, repartiéndolas después a suertes.
Por su parte, en Arizkun se celebró, al menos hasta el año 2000 (según registros de Antxon Aguirre), una tradición equivalente denominada “Maiatzeko erregiña”. No obstante, he encontrado una referencia en una entrada de 2011 del blog de Pello San Millán, vecino de esta villa, que apunta a que la tradición fue recuperada más tarde gracias a Mari Crucita Goñi. Adicionalmente, en la web de Andra Mari Dantza Taldea pueden verse reportajes fotográficos recientes en los que se ilustra la festividad, con lo cual podemos suponer que actualmente sigue en marcha. Empero, no he podido corroborar que se siga realizando todos los domingos del mes de mayo como antaño.
En este caso, la joven elegida como reina también está vestida de blanco y es coronada con flores, pero no porta ninguna banda distintiva como sus acompañantes que sí mantienen el lazo azul en la cintura. En cambio, cabe destacar que esta señora de mayo se encuentra entronizada sobre un asiento con un fondo de enramadas y es portada por algunas de sus doncellas que llevan flores en la cabeza. La susodicha es paseada por distintos rincones del pueblo, deteniéndose el cortejo en las encrucijadas, las fuentes u otros lugares con una resonancia sagrada. Durante esas pausas, los vecinos dedican canciones. Si la persona escogida es una moza, se usan fórmulas como:
“Shulufrina ta arrosa ollari eder abuja (sic) Nafarroako errege jaunak egin omen du promesa iru seme dituelarik iruek bana arrosa etarik auta zuretako da donzella edo galanta”.
“El clavel y la rosa, el rey de Navarra ha hecho promesa de tres rosas a sus tres hijos: elige, pues, bella muchacha, cual es para ti.”
Si se trata de un muchacho joven, se apuestan por coplillas como esta para invitarle a buscar una pretendienta para casarse:
“Illarra zaiku loratuoñikan ezta lekatuezkongaie zarelarikannai. Zaitugu koplatukoplatu eta koplatusariak bildu behar tuguneskacha gazteak gara tadotea bildu bear dugu”
“La alubia nos ha florecido, aún no ha hecho vaina. Ya que eres joven te queremos hacer un verso: necesitamos reunir las ofrendas, pues somos chicas jóvenes y vamos a reunir la dote.”
En ese momento se tiene que entregar un céntimo, aunque antiguamente se utilizaban dobles céntimos (bi maiko) o perrillas (sos bat).
En el caso de un hombre maduro, la costumbre sugiere recitar versos con proposiciones sexuales:
“Zure andereak erranik zurekin duela mandatu aspaldiko denbor-otan eztela zurekin egondu”.
“Tu señora nos manda; tiene un encargo para ti, pues hace ya tiempo que no ha estado contigo.”
Si la homenajeada era una dama, se intentaba seducirla a base de piropos:
“Zaia duzu lurreraño sederiak erdiraño: zu bezalangorik eztela sortu Sebillia-tik uneraño.”
“Tienes la falda hasta el suelo y de seda vas hasta la mitad; no ha nacido una como tú desde Sevilla hasta aquí.”
Si el mensaje era dirigido a un caballero, se optaban por frases como:
“Agur t’erdi ongi etorri Jauna, beraren kompañiari. Ezteietara conbidaturik Erregiña ta Errege emezortzi kalonge emeretzi friore. Eken guzian akompañazale Erregiña ta errege.”
“Bienvenido, Señor, adiós y adiós, y a su compañía. Estáis invitado a bodas: la reina y el rey, diez y ocho canónigos, diez y nueve priores. Todos acompañados por el rey y la reina.”
Según Ángel Irigaray, durante los años treinta en Doneztebe (merindad de Pamplona), se festejaba la “Maya-Besta”, de similares características. Tenía lugar el 1 de mayo así como los domingos siguientes. En el cancionero de Resurreción M. Azkue encontramos algunos versos que eran recitados para los niños durante la celebración:
“Uraren gañan arria
arrien gañean txoria,
emen eldu den aingiru unek
eder du shuri gorria
eder du shuri gorria banon
ederragoa begia.”
“En el agua una piedra
y en la piedra un pajarito
este ángel que viene aquí
es de un hermoso rubio,
pero más hermosos
los ojos.”
Esta cancioncilla menciona otro elemento simbólico destacado en esta época del año: el agua. El agua de mayo concretamente se creía que tenía una cualidad especial, tanto como elemento purificador como fertilizador. Así pues, era el momento en el que el agua caída del cielo se consideraba especialmente beneficiosa para los campos y bosques, para realizar labores de sanación y propiciar el crecimiento de un cabello bonito y fuerte. El refrán castellano también asegura que el agua de mayo quita la sarna. En algunas zonas de Bizkaia, pervive el dicho que reza: “Maitzeko urixa, azurrak antedi eitekua” (El agua de mayo hace crecer los huesos). Por último, este agua era utilizada con el fin de elaborar filtros amorosos y ciertos brebajes brujeriles. Por tanto, el mes de mayo era un período en el que tradicionalmente se hacían rogativas para que lloviese y mucha gente dejaba su cabeza al descubierto para ser tocado por la mágica lluvia de este tiempo.
Sin embargo, los aldeanos temían las tormentas que pudieran estropear las cosechas y realizaban rituales para alejarlas, normalmente durante la Fiesta de la Cruz de Mayo (3 de mayo). En Oiartzun (Guipúzcoa), por ejemplo, era costumbre que los paisanos subieran al monte Urkabe. Allí, cada muchacho portaba una rama de espino blanco florido, que después se trenzaban formando cruces para colocarlas en ventanas y huertas. En Amorebieta (Vizcaya), se practicó algo semejante, ascendiendo al monte Bizkargi. En otros pueblos del Duranguesado, se bendecían los campos que estaban a los pies de Amboto. La creencia popular estipulaba que si Mari se encontraba en su caverna, no caería granizo durante todo un año.
Las oraciones o conjuros que se usaban para ahuyentar el pedrisco han sido traducidos en castellano como “tentenublos” (derivado de téntere-nublo). En amplias zonas de Álava, cuando asomaban nubes amenazadoras, se recurría al toque de las campanas para que su sonido desviase la tormenta. Esto se hacía tanto el 3 de mayo como el 14 de septiembre (día de la Exaltación de la Cruz en el calendario cristiano).
Otro elemento imprescindible en estas festividades primaverales, no solo en Euskal Herria, sino en toda Europa, es el palo de mayo (“maypole”), también conocido como “maio” o “mayo” en la Península Ibérica. Se trata del tronco de un árbol, con una clara forma fálica, que los hombres talan y colocan en las plazas de muchas localidades con la ayuda de unas sogas y una horca durante los primeros días de mayo (normalmente el 1 de mayo). En ocasiones es engalanado con cintas y otras veces se alza sin ellas. En algunos pueblos de Amezkoa y la Berrueza se añadían incluso gallos, espadas o se acoplaban ramas que simulaban brazos, orientando la cabeza o la punta hacia donde se encontraban los cultivos, con intención de que éstos fuesen fertilizados y protegidos de todo mal. Luego los aldeanos solían bailar y festejar en torno a él, lo cual sigue vigente en nuestros días. Una de las danzas tradicionales a señalar es la “zinta dantza”, típica de Guipúzcoa, en la cual los bailarines se colocan en círculo en torno a un tronco con cintas de colores en la punta y van trenzando dichos lazos como si tejiesen el destino. Un detalle a mencionar es que las mujeres que ejecutan la danza suelen portar el traje tradicional de hilandera.
Las reminiscencias de esta antigua forma de culto arbóreo son abundantes en toda la geografía vasca y más aún en Navarra. La especie más utilizada es el haya (asociada a Mari), común en Álava y en las sierras de Urbasa y Andía. En cambio, el álamo blanco o chopo, es más utilizado en la Ribera del Ebro y zona media de Navarra. Por su parte, el pino predomina en el Valle de Ultzama, mientras que el saúce es preferido es el Valle de Baztán. Tras los festejos, la costumbre, especialmente en Navarra, es que el tronco sea talado por tres mozos el día de la Cruz de Mayo (3 de mayo). Sin embargo, en San Vicente de Arana, se deja el mayo plantado hasta el 14 de septiembre.
En el Valle del Ega, además, se incluye un hombre de paja con un esqueleto de madera que es vestido como si fuera un ser humano vivo. El monigote es atado al “maio” con cuerdas y alambres y después es levantado en el aire para ser quemado. Esto nos recuerda a la tradición celta del hombre de mimbre, descrita por Julio César en su “La guerra de las Galias”. Allí ilustra la práctica de sacrificios humanos antes de la expansión de los romanos, la cual luego ha sido verificada mediante evidencias arqueológicas posteriores.
En algunos pueblos el “maio” quedó relegado a un segundo plano y fue suplantado por cruces bendecidas. En la mayor parte de la geografía euskaldún se suelen confeccionar con espino blanco, aunque en el Valle de Imotz y el Norte de Navarra existe una predilección por el sauce. En unos casos se colocaba sobre una peña o sobre un montículo de piedras; en lugares como Larraun o el Baztán, se ponían con un brazo mirando a la ermita de Santa Bárbara y el otro mirando hacia el Santuario de San Miguel de Aralar. Como ya comenté en artículos anteriores, Santa Bárbara posee bastantes atributos de la diosa Mari y San Miguel está asociado al dragón mítico Herensuge, cuya morada principal se encuentra en Aralar. Actualmente es más común encontrarlas en las puertas o ventanas de las casas.
Para concluir, quisiera compartir una experiencia personal en torno a estas festividades, ya que ha servido como chispa de inspiración para la elaboración de este artículo. Cuando tenía 11 años, por insistencia de mi “amona” (quién osaría contradecirla), me convertí en una de esas doncellas de mayo, haciendo algunos ajustes al viejo vestido de comunión. Recuerdo ir desfilando sobre una alfombra roja desde la iglesia hasta una gran cruz de madera adornada con flores, portando un cestillo con montones de pétalos de rosas. Las muchachas caminábamos por la izquierda y, paralelas a nosotras, los mozos andaban por la hilera de la derecha. Las doncellas íbamos lanzando los pétalos a nuestro paso y muchas mujeres se colocaban en primera línea para ser rozadas por ellos. En cambio, los muchachos, tiraban grano y había hombres que se agachaban a coger un puñado. Muchos/as vecinos/as nos contemplaban y vitoreaban desde sus ventanas, como si fuésemos reyes.
Ahora, desde otra óptica, comprendo las sensaciones de grandeza de aquellos momentos. Aquel día, viví lo más cercano a un rito de paso, renunciando a ser vista como una niña para convertirme en una mujer con capacidad de crear, bendecir y sanar. Curiosamente, poco después tuve mi primera menstruación e imagino que no fue accidental. En aquel desfile experimenté igualmente un primer acercamiento a la simbolización de un matrimonio sagrado. Más tarde, supe que mi madre se casó un 3 de mayo. Así pues, de forma transgeneracional, hemos contribuido a la renovación de ese ciclo de eterno retorno. Participar en este tipo de manifestaciones folclóricas es una forma de posibilitar que esa llama de la tradición no se apague y contribuir a la abundancia de la comunidad, aunque muchos símbolos hayan sido desvirtuados. Por tanto, observad con ojos atentos los pequeños detalles que conforman los ritos, porque en ellos aún hay poder para alimentar a los Antiguos.
Bibliogafía y webgrafía
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http://www.3digitala.com/fr/ficha.php?id=1860
http://www.ricardocosta.com/sites/default/files/pdfs/julio_cesar_-_la_guerra_de_las_galias_0.PDF
Fotografías
The Green Man and the May Queen. Beltane Fire Festival (Edimburgo, Escocia). Realizada por Ryan Gibson.
“Erregiña” recogiendo las ofrendas de la Etxekoandre (Arraioz, Navarra). Tomada por Antxon Aguirre.
“Maiatzeko erregina” de Arizkun, portada por sus doncellas. Imagen de Andra Mari Dantza Taldea.
Últimas lluvias de mayo de 2018. Obtenida del Diario de Navarra.
Levantado el “maio” en Villabuena (Álava). Foto de mayo de 2016, publicada en la Revista Berberana.
Zinta dantza. Imagen de 2011 que aparece en el blog de Vascos en Salto.
Hoguera de mayo encendida en un cerro
Interesante!
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