Tras unos meses de ausencia por compromisos profesionales y circunstancias personales diversas, este blog retoma su camino con nuevos desafíos para esta hija de Mari, tanto dentro como fuera de su Etxea.
Imbuida por la fuerza del resurgir del astro rey, quisiera aprovechar este momento del ciclo anual para revisar las tradiciones vasco-navarras vinculadas al Solsticio de Verano, que el cristianismo reinterpretó y trasladó a la famosa festividad de San Juan.
El Solsticio de Verano representa uno de los eventos folclóricos y mágicos más importantes dentro del calendario de distintos pueblos europeos y de la rueda del año en las distintas tradiciones paganas y de brujería. Como ya expliqué en la sesión de preguntas y respuestas que organicé en el mes de diciembre (disponible en Youtube), el antiguo calendario tradicional vasco subdividía en dos períodos el ciclo anual: Negu (invierno) y Uda (verano). El Solsticio de Verano, “Izkiota” o “Udako Solstizioa” representa el momento en el que el sol pasa por el Trópico de Cáncer al norte del ecuador y el eje de la tierra alcanza su máxima inclinación respecto al sol, teniendo lugar el día más largo y la noche más corta del año. Es decir, es el momento de mayor auge y resplandor del sol, que en la mitología vasca es personificado en la figura de Eguzki, la hija menor de Amalur (la Madre Tierra).
El verano para los vascos era un período de florecimiento, plenitud y poder; el momento en el que el mundo vegetal alcanzaba su culminación y el reino animal gozaba de una mayor abundancia y fertilidad. Además de asociarse a Eguzki y al fuego como elemento representativo de su fuerza, también se vinculaba al dragón Heresunge y a Hegoi, el viento del sur. Otras correspondencias que cabría señalar en relación a este festival serían: el oro como metal que simboliza el sol; el trigo y la cebada como cereales que maduran gracias al fulgor solar (junio era denominado “garagarrilla”, “garagarzaora” o “baguilla”, mes de la cebada, así como “ebaikilla” o mes de la siega); frutas como las manzanas y las peras amarillas (concretamente hay una variedad que recibe el nombre de “manzanitas” y “peritas de San Juan”); flores solares como el eguzkilore (carlina acaulis), los girasoles, las margaritas (también conocidas como San Juan loreak o flores de San Juan), el hipérico (o hierba de San Juan) o el diente de león; la luna llena como momento de plenitud y regocijo de Ilargi, la hermana de Eguzki; la entrada a la edad adulta, con sus correspondientes ritos de paso, entre los que destacaríamos la iniciación en la sexualidad y los misterios amorosos, así como el matrimonio como unión sagrada (hiero gamos) y la creación de vida a través de la fusión energética de ambas polaridades.
El Solsticio de Verano, además de ser un momento de revitalización y renovación, es también un período de purificación a través de dos elementos principales: fuego y agua. Al igual que en otros lugares de la Península y de Europa, se tiene la costumbre de encender hogueras y festejar alrededor de ellas, quemar cosas viejas o aquello de lo cual deseemos deshacernos y también saltar por encima del fuego con el objetivo de desprenderse de todo mal (enfermedades, plagas, negatividad, desgracias, potencias maléficas sobrenaturales…) e impregnarse de su fuerza. A la hora de saltar esas hogueras, en algunas localidades se toca el cuerno (“adarra jo”) o se dice: “San Juan, San Juan berde, artua eta garixa gorde, txantxikuak eta sapuak erre, biba San Juan Berde!” (San Juan, San Juan verde, guarda el maíz y el trigo, quema las ranas y los sapos, ¡viva San Juan Verde). En pueblos como Luzaide o Valcarlos, se cantan letrillas como: “San Juan heldu da! Sorginbeldura galdu da! Galdu bada, galdaila,ager ez daila sekula! (¡Ya llega San Juan! ¡Hemos perdido el miedo a las brujas! ¡Si se ha perdido, que se pierda, que no aparezca nunca! En villas como Bera se entona: “Onak barenak; gaixtoak kanpora!” (¡Los buenos, adentro; los malos, afuera!).
En el caso vasco, una particularidad a destacar es que este fuego sagrado se enciende con zarzas o ramas de brezo (cortadas con hoz o guadaña), a las cuales se pueden añadir hojas de laurel bendecidas el Domingo de Ramos anterior, los ramos confeccionados en el San Juan del año pasado o las hierbas bendecidas durante la mañana de San Juan (“Belaronak”) que no se hayan utilizado durante ese ciclo. En algunas localidades, se prenden estas hogueras con viejos espantapájaros con la intención de ahuyentar a culebras, sapos, comadrejas y otras alimañas. Antiguamente, también se usaba la paja de jergones sobre las que hubiese descansado un enfermo o un difunto reciente a fin de disfrutar de una buena salud y alejar a la muerte. En otras villas como Mundaka se tiene por costumbre quemar un muñeco en forma de vieja repelente, montada sobre un palo de escoba, con un búho (“Mosolo”) situado en la punta y un gato (“Katobaltz”) a la altura de los riñones, conocida como “La bruja de San Juan”, ya que la creencia en personas con poderes sobrenaturales todavía sigue arraigada. En algunos pueblos de Gipuzkoa se corre con unos haces de trigo encendidos con el fuego de San Juan, llamados “garizuzi”, con el objetivo de proteger las cosechas. Otro aspecto a destacar es que estos fuegos se encendían habitualmente en cruces de caminos a la medianoche (tiempo de Gaueko) y a veces eran asperjados con agua sacada de un manantial que fuera considerado sagrado o con agua bendita, en su defecto. Tras apagarse el fuego, se recogían las brasas para usarlas en remedios naturales y fabricar “kuttunak” (amuletos).
El agua, como he anticipado, es igualmente un componente de purificación y sanación muy importante en estas fechas. En muchos lugares de la geografía vasco-navarra se acude a ciertos ríos, manantiales, fuentes a lavarse o beber agua. En las zonas costeras, se va al mar. Algunos de los lugares más visitados son: las orillas del Zadorra (Álava), el manantial de agua salada junto al río Ega (Estella), las orillas del río Salazar (Pirineo Navarro), la fuente de Iturrioz (Hernio, Gipuzkoa), la fuente de Iturrigorri (Bilbao), el manantial de San Valerio (Oñate, Gipuzkoa), la fuente de Santa Marina (entre Isasondo y Zarautz), la fuente de Sanjuaniturri (Aranaz, Baztán), la fuente de “Saniturri” (Beorburu), las aguas sulfurosas de “Urbedeinkatu” (entre Olazogutia y Ziordia), la fuente de Batueko (Ziordia, Navarra), la fuente de “Angiliturri” (Anocibar, Navarra), las fuentes de Dama-Iturri e Iturri-Santu (Betelu, Navarra) y el manantial de San Juan Zar (Igantzi, Navarra).
La fuente de Igantzi es un lugar de peregrinación destacado para curar problemas de la piel. Esta zona actualmente es una reserva de una especie protegida, el Carpe o Carpinus betelus, que se usa como astringente en la medicina natural local. No obstante, la gente acude al lugar porque existe una cueva asociada a una antigua leyenda, que ha sido convertida en una ermita en honor a San Juan, aunque se cuenta que antes vivió allí el Basajaun. Es más, en la gruta hay una estatua que unos veneran como la imagen de San Juan y otros del Basajaun, a la cual se le ponen velas o flores y se le llevan exvotos. Las historias populares narran que un pastor llamado Juantxo, que tenía una mujer afectada por una enfermedad grave de la piel, vagaba melancólico por los alrededores de la cueva con sus ovejas. De pronto, se le apareció una lamia que le dijo: “Moja un trapo en las tres fuentes, pásaselo a tu mujer por el cuerpo y deja el trapo a secar. Cuando se seque, tu mujer habrá sanado”. Juantxo humedeció el paño con las aguas que manan de debajo de la cueva. Y su esposa se curó tal y como le aseguró la mágica criatura. Tan emocionado estaba el pastor por lo acontecido que contó el secreto a todo el pueblo, quebrando la condición que ella había impuesto. La lamia, como castigo, lo convirtió en piedra cuando regresó a la caverna. Hoy en día se replica un ritual similar al sugerido por la lamia. Tras beber tres tragos de agua del manantial (uno de cada caño), se moja un paño en la fuente y se aplica sobre las zonas afectadas. Después se deja el paño sobre unas zarzas hasta que se seque y seguidamente el párroco quema el trapo. Otras personas, no obstante, encuentran beneficios si caminan descalzos por el agua del canal o del río cercano.
Existe otra cueva en Errazu (Valle del Baztán) donde se alza una estalactita retorcida de color verde brillante, en forma de reptil, que los lugareños denominan “Arpeko-Saintu” (el santo de la cueva), de la cual emanan gotas de agua a las que se atribuyen grandes poderes terapéuticos contra el herpes y otros males. El ritual que se sigue es besar la piedra calcárea y rezar un rosario, dejando algún exvoto como agradecimiento.
Otras fuentes como las de “Sanjuaniturri”, “Saniturri” o “Urbeinkatu” tenían fama de proporcionar remedio contra la sarna, además de sanar otros males de la piel. La costumbre marcaba que debían bañarse a la luz de la luna para obtener dicha curación. En el caso de la fuente de “Angiliturri”, los vecinos se lavaban tanto la cara como el cuerpo y dejaban unas monedas como pago que nadie debía coger.
Por su parte, el manantial de San Valerio ha ganado su reconocimiento porque las mujeres acudían a ella para lograr quedarse embarazadas. Según R.M. de Azkue, en Navarra era bastante común que las mujeres que tenían problemas para concebir se frotasen el vientre contra una de las peñas que protegían este tipo de fuentes y bebían de sus aguas, buscando la fertilidad.
En el caso de no encontrar río o charca donde lavarse, se podría realizar esta purificación por agua utilizando el rocío de la mañana de San Juan (lo que se conoce como “coger la rociada”). En lugares como, Larraun, Amezkoa, Valcarlos, Salazar y ciertos puntos de Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa Behera se mantiene la costumbre de revolcarse desnudo/a por la hierba humedecida de los campos, ya que de esta forma se asegura la salud para todo el año y también se cree que se embellece el cuerpo. En cambio, en el valle de Oskotz se considera más apropiado andar descalzo o desnudo por los trigales, recogiendo ese rocío al pasar.
Otra costumbre bastante extendida es sacar las mantas al raso y dejar que se impregnasen del rocío de la mañana de San Juan para evitar que las polillas se comiesen los tejidos.
El agua nos lleva a indagar inevitablemente en las reminiscencias de antiguos cultos vegetales, latentes en nuestro territorio. El primero que cabría citar es la permanencia de la veneración a los árboles, que está presente tanto en las festividades de mayo como en las celebraciones solsticiales. Durante la Noche de San Juan, en localidades como Bera, Agurain, Igantzi, Oiartzun, Ataun, Zegama, Lesaka o Bortziri se planta el tronco de un gran “txopo” o álamo blanco (Populus alba) como símbolo de fertilidad y se danza alrededor de él. En algunas ocasiones, el tronco es adornado con diversos elementos (principalmente cintas), coronando el extremo superior con una bandera, una prenda, un muñeco o un obsequio. A veces, el tronco es embadurnado con sebo o algún tipo de grasa, pidiendo a los jóvenes que trepen hasta la parte superior para alcanzar el premio. En los pueblos situados en las montañas navarras y en los Pirineos, se sustituye el álamo por el roble. Por ejemplo, en Lobea de Onsella y otros lugares de la muga navarra, se rajan a hachazos tantos robles como enfermos acudan al rito, haciendo una gran hoguera con los restos. Después los enfermos duermen en el bosque y pueden llevarse parte de las cenizas. En algunos puntos aislados del Pirineo como Luchon, en el Valle de Barousse, existe la tradición del “brandon” que consiste en prender grandes estacas de roble. En algunos pueblos de la Ribera del Ebro se usan, en su lugar, alberchigales, mientras que en la frontera con Aragón se emplean encinos. En Corella, como en algunos lugares de Alemania, se opta por el cerezo.
Otra tradición muy extendida por toda la geografía vasco-navarra es la confección de ramos (“zamak”, “erramue”, “erramilletia”) o enramadas, las cuales son colocadas en puertas y ventanas (a veces también en los tejados o en los campos). En muchos pueblos de Gipuzkoa (Amezketa, Idiazabal, Ursuaran), Bizkaia (Gorozika), el Valle del Baztán, Amezkoa y muchos puntos de Larraun, se hacen ramos o cruces de fresno y espino blanco. En algunas localidades de Larraun y Zuberoa, sin embargo, se sustituye el fresno por serbal blanco y en Arrayoz se cambia el fresno por ramas de nogal, añadiendo como tercer elemento el helecho. En algunas villas de Gipuzkoa (Zestoa, Arroa), se mezclan las ramas de fresno con flores. En Oiz de Santesteban (Navarra) las mujeres llevan a bendecir a la iglesia cruces de laurel y avellano; en Markina (Bizkaia), se hacían ramos de laurel y espadaña (typha latiforia); en Izpazter (Bizkaia), se fabrican con laurel y “helecho de los truenos” (también conocido como “trumoiera”). Otras combinaciones más complejas incluyen espino, fresno, hipérico, artemisa y margaritas; espino, fresno, hinojo, hierbabuena, margaritas, saúco y rosal; romero, hinojo, nogal, malva, margaritas, ajenjo, malvavisco, hipérico y bohordo (o junco de la espadaña), mezcla a la que se podía añadir rosas, lirios y azucenas.
El helecho es una de las plantas más mágicas y curiosas de la cornisa cantábrica y los Pirineos. En Igantzi (Navarra) se dice que el helecho florece cuando tocan las campanas la medianoche de San Juan, momento que aprovechan las brujas para recoger los granos (las esporas, en realidad) para fertilizarlos y poder preparar sus hechizos y pócimas. Curiosamente, encontramos también estas batallas nocturnas por el grano en Francia e Italia, aunque acontecen durante la época oscura del año. En obras literarias como “La Celestina” de Fernando de Rojas o “La obra del pecador” de Bartolomé Aparicio aparecen referencias claras al uso popular del helecho con fines mágicos por estas fechas (momento en el que florece o grana), de las que me gustaría rescatar la siguiente frase: “Que dos doblones han hecho más hechizos que el helecho conjurado por San Juan”. Dada la asociación del helecho con la brujería, aunque se utiliza también con fines medicinales, en algunos pueblos navarros, especialmente de la zona de Larraun, a veces los vecinos salían a los campos a destruir estas plantas. Según la creencia popular, para evitar que el helecho nazca en los prados, hay que romperlo a estacazos un poco antes de la medianoche de San Juan. No obstante, en Varcarlos, Amezkoa o Aya, cuando se aproxima una tormenta, se queman sobre carbones o se echan al fuego plantas bendecidas en la noche de San Juan, entre ellas el helecho.
Otra planta mágica que se recoge en estas fechas es la malva, la cual debe recolectarse al rayar la mañana de San Juan, ya que de esa manera florecerá durante el Solsticio de Invierno, mostrándose la conexión entre ambos momentos del ciclo anual. La malva, junto con el espino blanco, el helecho y una variedad diminuta de margaritas se usan en la zona de Elizondo para espantar la enfermedad, el rayo y proteger el hogar. En otras localidades como Ziga se sustituyen las margaritas por rosal y, en Legutiano, por flores de saúco. Las malvas también se recogen para elaborar una pomada destinada a tratar erupciones de la piel o fabricar un enjuague contra el dolor de muelas y aliviar el sangrado de encías. En la zona del Baztán, estas flores se quemaban para alejar la enfermedad de las personas y el ganado. A veces, también se cocían flores de malva en agua para dársela de beber a los animales domésticos y protegerlos.
El saúco, más concretamente sus flores, también tiene un uso bastante extendido. En lugares como Ochagavía, se recogían estas flores al amanecer, se cocían en un caldero y se dejaban enfriar. Luego los miembros de la familia se lavaban la cara y otras partes del cuerpo si lo consideraban necesario. De esta forma se evitaba la aparición de granos y manchas en la piel durante un año. También se usaban estas flores para tratar los flemones y las paperas. El remedio consistía en quemar primero las flores sobre unos carbones, dejando que el enfermo recibiese su vaho y después se extendían sobre un pañuelo, aplicando el lienzo sobre la parte afectada antes de ir a dormir. En Oronoz, se fabricaban ramos con saúco, helecho, ramas de espino blanco, ramas de nogal, ramas de castaño en flor, rosas, margaritas y bohordos. Parte de este ramo podía quemarse durante el año para ahuyentar las tormentas o el mal. El saúco, en esta zona, también se utiliza para preparar una pomada contra los golpes, rehogando las flores picadas en aceite y aplicando el ungüento entre dos paños de lino. Asimismo, las flores de saúco se usan en rituales mortuorios. En Otazu (Álava) queman flores de saúco bendecidas el día de San Juan en la habitación de la persona recién muerta. También se emplea el saúco, junto con otras hierbas bendecidas en San Juan, para infusionar y lavar el cadáver o rellenar la almohada sobre la cual descansaba el fallecido.
La ruda es otra de las plantas solsticiales por excelencia, siendo una de las más potentes para purificarse, realizar exorcismos y protegerse de todo mal, incluyendo el de origen sobrenatural. A menudo, a la ruda se añadía hipérico y romero, especialmente para salvaguardar a los niños pequeños.
Los tréboles de cuatro hojas también son cotizados en esta época para atraer la buenas fortuna y la prosperidad. Existe una famosa canción montañesa que acompaña a su recogida y que seguramente muchos de nosotros/as hemos cantado en las verbenas de los pueblos después de un par de copas: “A coger el trébole, / el trébole, el trébole, / a coger el trébole / la noche de San Juan…”
Por su parte, la albahaca, la verbena y la valeriana se utilizan mágicamente para propósitos amorosos. También hay algunas hierbas que indican querencia del enamorado/a, mientras que otras sugieren su rechazo o indican una ruptura. A los exnovios/as se entregaban cardos borriqueros; el nogal indicaba un “te quiero” genérico; las rosas y la verbena señalaban enamoramiento; el fresno y el álamo blanco se obsequiaban a quien se amaba; las ortigas, las adelfas o las jaras indicaban desinterés o que no se encontraba atractiva a la otra persona; los ramos con sauce se entregaban a las viudas jóvenes. Si los/as mozos/as querían realmente hacer gala de su amor a su estimado/a, incluían frutas como manzanas o pera, galletas u otros dulces.
En Iturgoyen, cerca de Estella, se ha conservado un ritual de bendición a una pareja de recién casados que también pretende contribuir a la fertilidad. Al atardecer, un grupo de mujeres comienza a engalanar un carro con ramas de haya, boj y rosas, formando dos arcos. Después, dos muchachos ataviados con pieles de cabra y un cinturón con cencerros son preparados para tirar del carro como si fueran dos bueyes. A continuación, la pareja sube al carro y es transportada por todo el pueblo. Los mozos que hacen de animales de arrastre giran y sacuden el carro, intentando volcarlo. Al llegar al frontón, si la pareja ha resultado ilesa, baila una danza con los hombres-bestia. Seguidamente, se monta de nuevo en el carro y los mozos que hacen de bueyes continúan en su empeño de tirar a la pareja, subiendo por las cuestas. Finalmente, se lleva a la pareja hasta un pilón para bañarse, zambulléndose primero el hombre y luego la mujer. Después, el resto de los vecinos se acaban sumando al remojón. Este ritual no ha sido analizado aún por ningún etnógrafo conocido, pero sus elementos totémicos, tanto vegetales como animales, son reconocibles.
Otro rito de fertilización de gran trascendencia, cuya conservación debemos agradecer a José María Satrústegui, es la danza circular de mujeres de Urdiain. En ella un grupo de mujeres, vestidas con ropajes azules, verdes y blancos, baila en corro cerrado, con las manos unidas y realizando un ligero movimiento pendular mientras recitan el siguiente conjuro para ahuyentar a los malos espíritus a fin de que estos no dañen las cosechas:
“Egun bai egun honek San Juan dirudi ez da san Juan baina hala alunbra bedi.
Goazen San Juanera gaur arratsean etorriko gerala bihar goizean. Goazen San Juanera berduratara Joan nintzen Fraintziara etorri maiatzean zalditxo urdinean astuaren gainean. San Juango iturriaren ondotik San Juango iturriaren ura dago berde amuarraitxo freskoak hantxe dirade lemizko eskua ta gero musua San Juango iturriaren freskua. Jesukristoren lehengusua da Andra mutur maketsa San Juan garagarrilean denbora galantean maizik eta garirik ez dagonean etxean. Orain arte behar, hemendik aurrera gari!” |
Hoy sí parece este día de San Juan. No es San Juan pero así sea llamado. Vamos a San Juan hoy al atardecer Vamos a San Juan a por verduras, Fui a Francia en mayo montado en el caballito azul. Tras la fuente de San Juan, En agua de la fuente de San Juan es verde, hay allí truchitas frescas. Es primo de Jesucristo es Mujer de mala cara ¡San Juan, por junio ¡Hasta ahora ha sido el tiempo de la hierba, en adelante el del trigo! |
El totemismo animal, en menor medida que en los Carnavales, también conserva algunas reminiscencias en algunas representaciones y danzas del Solsticio de Verano. La primera de estas manifestaciones se localiza en Torralba (Navarra) y rememora la captura, encarcelamiento y muerte de Juan Lobo, que fue un bandido que tenía amistad con el afamado brujo de Bargota, el cual le ayudó a escapar de la ley convirtiéndolo en gato negro, según las historias populares. A este malhechor se le conoce también como “El Moro”, dando a entender que profesaba otras creencias distintas a las cristianas. Lo singular del caso es que se le representa como mitad viejo, mitad mujer; con la cara tiznada de negro (como el Olentzero en el Solsticio de Invierno); vestido con pieles y cubierto de ramas de parra. Al amanecer, sale de su escondite y los mozos de la Cofradía de San Juan le persiguen por las eras y los campos. Intentan acorralarlo, pero escapa varias veces. Finalmente lo conducen a la “Balsa de la Canal”, donde no encuentra salida, aunque se tira al agua en un intento desesperado de liberarse. Tras grandes esfuerzos, los captores lo suben amordazado a una montura y lo conducen a prisión. Después lo llevan a juicio, momento en que se dicta su sentencia en forma de versos burlescos que aluden de forma satírica a distintos acontecimientos señalados por la comunidad a lo largo del año. Por último, se dispara al aire un tiro de escopeta para dar muerte al bandolero. Tras el ajusticiamiento, se celebra la misa. El abad, como símbolo de la cofradía, sostiene una lanza de madera con punta niquelada y de la cual cuelga un pequeño estandarte carmesí con ribetes dorados. Antiguamente, el clérigo, entraba a la iglesia montado sobre un caballo y con una chaqueta militar, ya que la leyenda cuenta que fue el caballero Mosén Pedro de Mirafuentes quien atrapó a Juan Lobo en 1527, asestándole un lanzazo. La fiesta se cierra con el “Baile de la Balsa”, en la cual los mozos bailan celebrando la captura.
“El Baile de la Balsa” es una danza folklórica de carácter guerrero, creada por José Mª Iribarren, Patxi Arrarás e Ignacio Baleztena e interpretada por primera vez en 1956. Está compuesta de cuatro partes: la primera, con música del Padre Olazarán, representa la salida de los mozos para ir a luchar contra Juan Lobo; la segunda, cuya melodía se atribuye a Paco Beruete, simboliza la lucha en la que muere el bandido; la tercera parte, amenizada con música del Padre Olazarán, da paso a las mozas, rebosantes de alegría, bailando en honor de los vencedores; en la cuarta parte, bailan juntos los mozos y mozas con música autóctona de Torralba, saliendo todos de escena al compás de un pasacalles del Padre Olazarán.
La elección de una danza de carácter guerrero no es trivial, ya que se cree que el rito va más allá de la representación de un hecho histórico. Juan Lobo podría interpretarse como la figura arquetípica de un antiguo cazador de una de las tribus prerromanas autóctonas, que probablemente seguía un culto al lobo como animal totémico. Esto nos remitiría a prácticas extáticas como las de los vettones que veneraban a Vaélico o los berserkers nórdicos seguidores de Odín. También podemos encontrar un nexo con el cambio de forma (“shapeshifting” o “skinturning”) como una de las prácticas propias de la brujería tradicional, presente en distintas regiones europeas, tanto en versión vegetal como animal.
La segunda de las manifestaciones folklóricas que quisiera señalar encuentra su expresión en la Azeri-dantza de Hernani (la danza del zorro), también conocida como Maskuri-dantza. La danza la llevan a cabo 14 o 16 jóvenes que deambulan por las calles vestidos con camisa blanca y pantalón azul, sujetos por una cuerda y conducidos por un “guía”o “capitán”, portando unas pieles de zorro sobre la cabeza (a modo de máscaras) y unas grandes “putxikas” o “maskuris” (vejigas) con las que golpean a los transeúntes. La cuerda se esconde por los portales y esquinas con el propósito de intentar sorprender a los transeúntes, a los cuales rodean con ella para facilitar así el reparto de varapalos. Tras la “paliza”, los bailarines, dándose las manos, siguen en línea al líder. Luego se sueltan unos de otros haciendo vueltas, cabriolas, campanelas y otros ágiles movimientos. Seguidamente, vuelven a unirse de la mano, desatándose al son siguiente. Después le siguen mudanzas variadas, todas al compás del tamboril.
El azeri o zorro actúa alocadamente, pero con astucia, tramando diferentes fechorías como subirse a un balcón para abrazar y besar a una mujer que se encuentra en el mismo, echar harina y agua a alguien con el que se cruza en su deambular o pegar a la gente, aunque con menos violencia que el grupo al completo.
Las primeras referencias de esta danza están datadas en 1754 y fueron publicadas en el libro “Corografía de la muy noble y muy leal provincia de Guipúzcoa” por Manuel de Larramendi. Durante el franquismo se prohibió, pero algunos vecinos se empeñaron en reintroducirla en 1941 durante las fiestas patronales. Tras el levantamiento de la prohibición de celebrar los Carnavales, se restauró plenamente la tradición en 1971.
En este caso, se puede apreciar mucho más claramente que la danza simula el comportamiento del animal al que se está imitando y que la persona adopta las características distintivas del mismo, fusionando su espíritu con el de la bestia. El zorro como animal totémico, no solo destaca por su inteligencia y su rapidez, sino por su capacidad de observación y reacción, por su persistencia, por su habilidad para camuflarse y también adaptarse a condiciones bastante hostiles. Por otro lado, representa el deseo sexual, vinculado al elemento fuego que predomina durante estas fechas y sin el cual no podrían llevarse a cabo los procesos de creación y fertilización que son necesarios en estos momentos del ciclo anual.
Existen otros personajes folklóricos presentes en otras danzas que podría mencionar, pero creo que he hecho un amplio recorrido por las tradiciones del Solsticio de Verano más importantes dentro de la cultura vasca. Así que solo me queda desearos una muy feliz víspera de San Juan o Donibane gaua. Udako Solstizio zoriontsua!
* Un agradecimiento especial a los artículos de Javier Hermoso de Mendoza, que podéis consultar en la web: http://www.sasua.net/estella/new_2.asp También podéis visitar la página particular del autor: www.javierhermosodemendoza.com
– La primera foto se ha extraído de: https://uskaraeguna2010.blogspot.com.es/2016/06/
– La segunda imagen está sacada de http://www.hiru.eus/eu/cultura-vasca/fiesta-de-san-juan
– La tercera imagen pertenece a la Guía Repsol: https://www.guiarepsol.com/es/turismo/destinos/el-mejor-rincon/san-juan-xar/
-La cuarta imagen se ha obtenido de: https://elefectorayleigh.cl/2012/08/02/lo-natural/
-La quinta imagen es de Patxi Uriz y se ha extraído en: http://blog.fotoruta.com/2012/05/24/patxi-uriz-premiado-por-la-national-geographic/
-La sexta imagen pertenece a: http://www.dantzatlas.navarchivo.com/es/node/207
– La séptima foto se ha extraído de: http://www.naiz.eus/es/agenda/evento/la-captura-de-juan-lobo-en-torralba-del-rio
-La última imagen se ha sacado de: http://www.urumeaarnastu.com/es/conoce-los-pueblos/hernani/costumbres-y-curiosidades.html