El equilibrio cósmico en la tradición vasca es entendido como una alternancia entre el día y la noche, la luz y la oscuridad, lo natural y lo sobrenatural. El día es el espacio de lo natural, del sol (Eguzki) y de los seres humanos; la noche es dominio de Gaueko, de la luna (Ilargi) y de lo sobrenatural. Pero todas las criaturas comparten algo en común: habitan en un mismo territorio, están atadas a la tierra (bien sea la superficie o el mundo subterráneo) y se encuentran bajo el gobierno de una misma Señora (Amalur).
No obstante, en el momento en que Eguzki se sumerge en los mares bermejos del ocaso (“Itxasgorrieta”), regresando a las entrañas de su madre y permitiendo el ascenso de su hermana Ilargi, una fuerza, tan antigua e incluso más que la propia Mari, se alza en toda su magnificencia. Hablamos de la oscuridad primigenia, del señor de las tinieblas que después pasó a convertirse en la personificación de la noche: Gaueko.
Gaueko es considerado un númen de carácter maléfico, aunque yo lo describiría como una fuerza primigenia, territorial, firme e implacable ante la transgresión de las leyes cósmicas y mágicas. El tipo de consciencia de un ser cuya esencia representa la propia oscuridad del tiempo ha de ser, por fuerza, caótica, extraña y distante al entendimiento humano. De ahí que la relación que se ha mantenido con esta entidad haya sido de miedo y evitación en la mayoría de los casos. Normalmente se le representa como una presencia invisible, fundida en la negrura de la noche, que se hace sentir como una ráfaga de viento o una gélida sensación que aterroriza y paraliza a los humanos. No obstante, al igual que Mari, es un ser zoomórfico que puede cambiar de apariencia a su antojo, convirtiéndose en cuervo, lechuza, toro, carnero, lobo negro (“otsobeltza”) o monstruo. En relatos más modernos, no obstante, se le asocia directamente con el Diablo.
El reinado de Gaueko comienza desde la medianoche hasta el amanecer. Durante este periodo gobierna bajo sus propias normas, quedando prohibido que los humanos abandonen la protección ancestral de la Etxea, realicen ciertas labores por la noche (como cortar leña o lavar la ropa), roben, presuman o hagan apuestas para demostrar la valentía de enfrentarlo. Aquellos que osan salir por la noche y alardean de no temer a la oscuridad, mueren o desaparecen para nunca regresar. En algunos relatos, incluso se cuenta que come pastores y ovejas. La única manera de combatirlo era con la Carlina acaulis o Eguzkilore, la flor que Mari regaló a los humanos para aplacar a los seres de la noche.
A continuación, presentaré algunas de las leyendas más famosas relacionadas con Gaueko. En Oiartzun se relata que una muchacha salió con su cántaro a buscar agua a la fuente pasado el toque del Ángelus. En unas versiones se dice que la familia, preocupada, salió a buscarla al amanecer, pero solo encontraron el caldero lleno de sangre; en otras, se explica que los familiares vieron, más tarde, cómo caía el recipiente por la chimenea manchado con gotas de sangre. Barandiarán, en su libro “Mitología vasca” también expone que existen otras variantes de la historia en las cuales es Basajaun quien castiga a la joven, mientras que en la zona de Nafarroa Beherea se dice que el secuestrador es el Diablo. El hecho de que se estableciese una relación entre Basajaun y Gaueko ha llevado a algunos autores a sugerir que, quizás, originalmente Gaueko era en realidad una entidad gentílica.
En otra leyenda, se narra que un carbonero de Ezkoriatza se tropezó una noche con un toro que bloqueaba el sendero por el que caminaba. Tras intentar cruzar tres veces y pedirle a la bestia que le cediese el paso, el toro se puso sobre dos de sus patas y gritó: “La noche para los de la noche y el día para los del día”. La bestia persiguió fieramente al aldeano, aunque éste consiguió escapar de Gaueko.
Otra leyenda bien conocida es la de las hilanderas del caserío Lauzpelz (actualmente en ruinas) de la región de Ataun. Una de las muchachas que se reunía con sus compañeras a hilar en este lugar, apostó que traería agua de la fuente Joxintxiota, situada en un monte cercano. Así pues, tomó una herrada y se encaminó hacia el lugar, bajo la expectante mirada del resto de hilanderas. Poco a poco su figura se perdió en la oscuridad de la noche y sus compañeras se refugiaron dentro del caserío, preocupadas. De pronto, un fuerte viento sopló en el portal de Lauzpelz y se escuchó una voz lúgubre que pronunció: “Gaue Gauekoontzat eta eune eunezkoontzat” (La noche para Gaueko y el día para el del día). Y desde entonces, nada se supo de la atrevida joven.
Otra leyenda de Berastegi recupera parte del relato anterior y plantea un desarrollo diferente. En esta historia, se cuenta que vivía un grupo de gentiles en la montaña Akerkoi. En el caserío de Elaunde habitaba una muchacha llamada Catalina que solía hilar de noche bajo la luz de la luna que llegaba a través de la ventana de su dormitorio. Una noche vinieron a visitarla los gentiles y acabaron secuestrándola mientras exclamaban: “la noche para Gaueko y el día para el de día, Catalina de Elaunde para nosotros”. Así la hilandera recibió su castigo, a manos de los servidores de Gaueko, por hacer una tarea relacionada con el destino bajo la luz de la mágica luna.
El último de los relatos a mencionar fue transmitido por la Etxekoandre del caserío Sukaldetxiki. Esta señora narró que una mujer de Beruete llamada María se fue con una artesa a lavar la ropa al río. Allí la descubrieron unas Sorginak, cómplices de Gaueko, quienes le quitaron la artesa para después echarla por la chimenea del caserío mientras gritaban a sus familiares: “iune iunekoentzat eta gabe gabekoantzat, perrata zuentzat eta Maria goontzat “(el día para los de día y la noche para el de la noche, la artesa para vosotros y María para nosotros”). Cabe señalar que el oficio de lavandera, al igual que el de hilandera, también era considerado un arte mágico, pues algunas Lamias aparecen en algunas leyendas como lavanderas, especialmente para anunciar la muerte de una persona. Asimismo, las Lamiak y las Sorginak tienen una estrecha relación.
Otros seres de la noche asociados a Gaueko son los Ieltxu (Gernika), Iritxu (Bermeo), Idditu (Mungia) o Idizelai (Espartza), genios traviesos que, en ocasiones, se presentan con forma humanoide y, otras veces, toman forma de aves que expulsan fuego por la boca. Habitualmente se aparecen como una llamarada de fuego y tienen la costumbre de hacer que los viajeros que moran de noche se pierdan en los caminos, los bosques o las montañas, aunque otras leyendas relatan que podían guiarlos a simas, despeñaderos o acantilados para poner a prueba su coraje, asustarlos y disuadirlos de salir de noche. No obstante, algunas de estas bromas acababan en accidentes graves o muertes trágicas. De ahí que el pueblo considerara que también tenían un carácter maligno.
Otras entidades muy temidas en distintos lugares de la geografía vasca y del Pirineo eran los Gaizkiñes. Originalmente, estos genios eran duendes de dormitorio o espíritus familiares cuyo dominio era la atención a los durmientes. No obstante, en otras regiones (Sara, Elorrio) se trataban de criaturas nocturnas ligadas al sueño con un carácter claramente maligno. Normalmente, los Gaizkiñes se escondían o materializaban en las almohadas utilizando las plumas para adoptar la forma de una cabeza de gallo o ave. De esta manera activaban su poder, provocando pesadillas e incluso enfermedades. La única manera de remediar las dolencias producidas por estos genios era encontrando la cabeza del gallo o ave y quemarla.
Otro ser estrechamente vinculado a los Gaizkiñes y a quien podríamos considerar “jefe” o “señor” de los mismos es Inguma (también conocido como Ingunbe o Maumau). Inguma también es considerado un genio maléfico que se aparece igualmente cuando las personas de la casa están durmiendo. Como ocurre con los Gaizkiñes, puede aparecer con forma humanoide, aunque a menudo toma alguna forma animal como la un gato o de otro depredador, como sucede con la Pesanta catalana. Suele colocarse sobre el pecho de los durmientes, pudiendo apretar la garganta de éstos para que no puedan gritar y advertir de su presencia. Comúnmente, se divierte dificultando la respiración de su víctima, causándole angustia emocional, desatando terribles visiones o provocando temibles pesadillas. Con el fin de evitar las acometidas de esta entidad, además de poner el Eguzkilore en la puerta, se recitaban distintos tipos de fórmulas antes de acostarse como: “Inguma, enauk hire bildur, Jinkoa eta Andre Maria Artzentiat lagun; Zeruan izar, lurrean belar, Kostan hare Hek guziak kondatu arte Ehadiela nereganat ager.” (Inguma, no te temo. A Dios y a la Señora María tomo por protectores. En el cielo estrellas, en la tierra yerbas, en la costa arenas, hasta haberlas contado todas, no te me presentes). En otros lugares, como Ezpeleta, añadían a esta fórmula la invocación a Gauargi, un genio benéfico de la noche: “Hi, aldiz, jin akitala, Gauarguia!” (¡Que, en cambio, vengas a mi tú, Gauarguia!).
Posteriormente, se recurrió a Santa Inés, a San Andrés o a las Vírgenes locales como protectores de los malos sueños. Una de las oraciones más conocidas a Santa Inés era la siguiente: “Amandre Santa Inés, bart egin det amets: onez bada, bien partez; txarrez bada, dijoala bere bidez. (Señora Santa Inés; anoche he soñado: si es por bien, dé parte de los dos; si es por mal, que se vaya por su camino). En Arakil, se rezaba a la Virgen del Carmen diciendo: “Ama Birjina Karmes: nik egin dut amets; nere amets guztak izan berorren onez” (Madre Virgen Carmen: yo he soñado; todos mis sueños sean para vuestro bien). Por último, en Luzaide, se pronunciaba la siguiente plegaria a San Andrés: “San Andrés, barda ein dut amets, zurez eta neurez. Yinkoa ta Andre dena Maria, har nazazie zien hunez. Amen”. (San Andrés, anoche he soñado, por vos y por mí. Dios y Señora Santa María, recibidme por vuestra bondad. Amén). También era costumbre llevar a los sonámbulos a ermitas dedicadas a Santa Inés o San Andrés o a lugares donde hubiera reliquias de santos. Asimismo, se creía que los sueños que se recibían en el día 13 del mes, se trataban de sueños proféticos que se harían realidad.
Seguidamente, hablaremos de Gauargi tanto por su conexión con Inguma como con el propio Gaueko. En la zona de Guipuzkoa y de Zuberoa se le conoce como un genio benigno de la noche, con un aura feérica, que se aparece en forma de luz o como un punto móvil luminoso y juguetón (tal y como corresponde a su etimología, “luz de la noche”). Como hemos anticipado, se puede invocar a Gaurgi para protegerse de Inguma, Gaueko o de otros seres nocturnos como los Ieltxus para evitar perderse o tener algún percance si se viaja de noche. Hay autores que consideran que Gauargi, en realidad, no es una entidad separada de Gaueko, sino una parte luminosa de este númen. Concretamente, se ha planteado la hipótesis de que algunas personas, como cazadores, leñadores, viajeros, hilanderas, lavanderas o sorgiñas, podían haber establecido en el pasado algún pacto con Gaueko para solicitar su permiso y realizar sus tareas de forma segura durante la noche. Si ese pacto era aceptado, Gaueko se presentaba como una luz para guiarles o acompañarles en su camino.
También podemos encontrar una conexión entre Gaueko, Gauargi y los difuntos que se aparecen en forma de luces (“argia”). Una leyenda de Gallartu cuenta que los condenados se aparecían como luces pálidas a las que se podía combatir si se portaba un escapulario o medalla de la Vírgen o algún santo, rezando el “Angelus domine nuciavi Marie”, tres Avemarías y un Padrenuestro dedicado a las almas del purgatorio.
Otros espíritus que trabajaban durante la noche y tenían una consideración benigna en Álava, Navarra, Guipúzcoa, Lapurdi y Baja Navarra, eran los Maide o Mairu. A semejanza de los gentiles, son personajes mitológicos que evocan probablemente a los vascones no creyentes, anteriores a la introducción del cristianismo. Normalmente, el término hacía referencia a infantes no bautizados o creyentes de otras religiones como moros o judíos. En otras versiones, se consideraba que los Mairu podían ser antepasados que vivían en la naturaleza salvaje junto a las lamias y que podían regresar al hogar bajando por la chimenea para recoger las ofrendas que los habitantes de la casa habían dejado para ellos. Estos seres, además de poder colaborar con tareas de mantenimiento de la Etxea, eran famosos por ser constructores de monumentos megalíticos, especialmente dólmenes. Popularmente, se consideraba que conseguir un hueso del brazo de un Mairu (criatura no bautizada), permitía adquirir algunas propiedades mágicas que permitían caminar de forma segura durante la noche (usándolo de antorcha) o adormecer a los habitantes de la casa. Así pues, en estos seres podemos encontrar elementos fusionados que les confieren una naturaleza feérica, gentílica y ancestral (difuntos).
La última de las criaturas de la noche asociadas a Gaueko y a Ilargi que ha causado, durante siglos, una tremenda fascinación y, al tiempo, un enorme pavor, es el hombre lobo o Gizotso (también conocido como Garou o Lobisome). Al igual que en otras regiones de Europa y del mundo, el Gizotso era contemplado como un ser monstruoso, mitad hombre, mitad lobo que habitaba en los bosques o parajes selváticos y que podía aparecerse en forma de lobo, de cancerbero infernal o de monstruo, con o sin cadenas. Al igual que en otras mitologías, el Gizotso puede cambiar su aspecto original gracias a la luz de la luna, consiguiendo una fuerza descomunal. Adicionalmente, se encuentra asociado a la muerte o a procesos de transformación mágicos. La particularidad de nuestro Gizotso es que en algunos lugares, como en Valcarlos (Navarra), se le describe con un pie en forma circular que lo identifica como criatura que habita entre dos mundos, al igual que sucede con las lamias y su pie de oca o ave. La leyenda más conocida sobre el Gizotso proviene de Zeanuri y relata que un día unos aldeanos avistaron a un hombre lobo que venía desde Urkia y fueron a avisar a una mujer de Aguinao. Alarmados, le gritaron: “Apresúrate, que viene el Gizotso”. La mujer, que estaba lavando en el río, corrió hacia su casa lo más rápido que pudo, pero la fiera le alcanzó y le arrancó los pechos de cuajo.
Como ya se explicó en anteriores artículos, ver un perro negro o un lobo era considerado un aviso de la presencia de Herio así como un presagio de muerte. Resurrección María de Azkue, además, narra que en la zona de Barakaldo se habían recogido testimonios donde, la noche siguiente en la que fallecía un individuo, aparecía un gran perro que llevaba en el hocico una tea que desprendía, en unas versiones, fuego y, en otras, llamas verdes. Cuando se cruzaba con alguien, el sabueso se zambullía en el primer arroyo que encontraba y desaparecía. Por otro lado, los perros negros o cancerberos infernales que acompañan a Ehiztari Beltza como figura que representa la Caza Salvaje, forman parte de esa procesión fantasmal propia de la época oscura del año.
La relación que se ha mantenido con el lobo en Euskal Herria, al igual que en otros muchos territorios, ha sido mayoritariamente de odio y agresión por considerarlo un asesino de ganado que ponía en peligro la economía doméstica de los caseríos. Así podemos apreciarlo en la siguiente leyenda de la Sierra de Entzia. Se dice que en las Campas de Legaire, tierra de lobos, vivía un pastor con su perro Ozki, al cual no atendía demasiado bien, obligándole a trabajar hambriento. Un día el pastor bajó a Agurain a abastecerse y dejó al perro al mando del rebaño. Al regresar encontró que algunas de las ovejas habían sido salvajemente atacadas y otras yacían muertas. El pastor, al no ver a su perro, creyó que había sido el causante de aquella carnicería. En ese momento apareció el perro desde detrás de unos matorrales con la boca llena de sangre y el pastor interpretó que definitivamente había sido el culpable, así que le pegó un tiro para matarlo. Al regresar a por las ovejas heridas, se encontró con un enorme lobo muerto y se dio cuenta de que la sangre del perro era fruto de la lucha mantenida con el lobo. Cuando el pastor se percató de su error, cogió la escopeta y se apuntó con ella en la cabeza. En el momento en que la bala salió de la escopeta, el perro, que en realidad había quedado inconsciente y no estaba muerto, se levantó y fue hacia su dueño, pero no pudo evitar la tragedia. Esta es la justicia que la naturaleza reservó para el pastor maltratador de su fiel amigo y asesino de otros lobos.
Otro aspecto a considerar en relación al lobo, es su conexión totémica con los poderes telúricos, tanto de la naturaleza salvaje como del inframundo, que lo convierten en una entidad con un carácter liminal. También es una criatura ligada a la fertilidad, a la regeneración, al espíritu de supervivencia y a la iniciación en las sociedades cazadoras y guerreras. No obstante, también hemos de considerar que el lobo es uno de los mamíferos superiores que tiene más desarrollados el olfato, la vista y el oído así como un sistema de comunicación complejo que combina un lenguaje corporal particular y una serie de señales olfativas. Esto permite una organización social más elaborada dentro de la especie, con roles bien definidos dentro de la manada y una serie de características que diferencian a unos grupos de otros, aunque sigan existiendo una serie de instintos comunes. En este sentido, el lobo es uno de los seres vivos que, sin perder su sentimiento de grupo, puede desarrollar una mayor individualización dentro del mundo animal. Esto lo acerca bastante a la organización y el comportamiento humano. Quizás por ello, a lo largo de la historia, ha tenido seguidores que han buscado la conexión con él para profundizar en los misterios de la vida y la muerte.
En el caso de la tradición vasca, esta relación mística ha estado presente entre algunas familias cuyo nombre o escudo familiar estaba asociado al lobo, como podría ser el caso del apellido Otsoa/Ochoa (que significa, literalmente, lobo en euskera) o López (del latín, “lupus”, que también significa lobo) u otras familias como los Ilarraza o los Landa cuyos escudos portan lobos. Algunos baserritarras comentan que algunas personas que tuvieron un fuerte contacto con esa energía ancestral ligada a la familia, bien adquirieron poderes de cambiaformas o se conviertieron en loberos, dejando atrás una parte de su alma humana.
Asimismo, en las dos vertientes del Pirineo, pero muy especialmente en los valles pirenaicos oscenses, existen testimonios, algunos de los cuales fueron escritos, sobre mujeres aulladoras o latrantes. Concretamente, Fray Guillermo Serra, obispo de Hipona y profesor de teología, durante su visita en 1499 a las parroquias pertenecientes al Obispado de Jaca, hace una mención explícita a “mujeres que ladraban como perros”, que estaban bajo el influjo de alguna suerte de magia o poseídas por algún tipo de demonio. Otros testimonios detallan que estas mujeres realizaban gestos desordenados mirando al cielo, sin caerse, y que emitían sonidos similares a aullidos de lobo durante el plenilunio. Por su parte, Olivier de Marliave destaca las manifestaciones de mujeres latrantes y las persecuciones de brujas que se produjeron en la Baja Navarra entre 1587 y 1594. Además, a principios del siglo XVII, surgió un brote de mujeres aulladoras en Lucq (Béarn) que comenzaron a ser exorcizadas por el padre Olgiati, un religioso bernabita, perteneciente a una orden cuyo cometido era contrarrestar la presencia de creyentes protestantes. Los documentos que narran este acontecimiento explican que Olgiati utilizaba reliquias en sus exorcismos y adquirió fama de tener poderes taumatúrgicos, además de ser capaz de sanar el mal de ladrar. No obstante, siglos antes de estos sucesos la zona ya tenía fama de ser territorio de brujas y se contaba que estas brujas se transformaban en animales para entrar en las casas.
El cambio de paradigma entre la visión pagana de estas mujeres aulladoras a su demonización desde la óptica cristiana se relaciona con la influencia de los monjes benedictinos, a cuya orden pertenecían algunos personajes clave como el padre Olgiati (Lucq) o Blanco de Lanuza (Tramacasilla, Sandiniés).
Otro dato interesante a considerar es que hasta finales del s.XIX sobrevivió la festividad de la “Fête des Aboyeurs” o “Hesta de los Gagnolis” en el pueblo de Poubeau. Julien Sacaze presenció en 1871 que los participantes imitaban el sonido de aullidos junto a una piedra propiciadora de fertilidad. Este ritual se vincula directamente con las antiguas creencias del hombre lobo o “loup garou”, cuyos orígenes paganos podrían rastrearse en mitos celtas, nórdicos y greco-romanos, además de en las creencias vasco-pirenaicas.
Al parecer, la relación entre la brujería y la licantropía fue más intensa en la zona del Pirineo Francés, aunque todavía es necesario descubrir y analizar otros casos acontecidos en el País Vasco, el Pirineo Aragonés y Cataluña, donde también existen historias de la misma índole.
La ilustración que preside el texto se titula “Beauty and the beast” y ha sido elaborada por STorA (Devianart): http://stora.deviantart.com/art/Beauty-and-The-Beast-Illustration-3-377230870
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